Hay muchas cosas de la vida cotidiana que pueden llegar a fundirnos en un horror absoluto, en un marasmo de sentimientos contradictorios, en una provocación a la armonía, en el desate de instintos bajos y que sin embargo y aun siendo motivo muchas veces de divorcio, pérdida de amistades o de huída del hogar, pues quizás expresándolas de forma clara, sencilla, podríamos llegar a consensos varios de compatibilidad activa y real en el devenir cotidiano. He tenido diversas experiencias en ese sentido y hay algunas cosas que ya se han establecido bastante claras para mi, es decir, puedo asumir la mal establecida falacia de que me conozco a mi misma. Ostras pedrín! Conocerse a si mismo y no engañarse merece admiración, yo admiro a los que se conocen y no se engañan, es propio de sabios y por sabios humildes.

Por ejemplo, ¿a quién no le molesta que le cojan su cepillo del pelo y lo dejen lleno de caspa y buruños? ¿Quién no ha maldecido ese secador de pelo a deshoras? Quién, por muy pacifista que se sea, no le han dado ganas de matar al ver por la mañana el tubo de pasta de dientes espachurrado y seco por arriba porque el anterior o la anterior ha olvidado espachurrar como debe ser y además ha olvidado ponerle el tapón. Esto clama el cielo. ¿Y los dos mil vasos usados repartidos no importa dónde? ¿Y esa lata de coca-cola o goga-gola según se pronuncie encima de la chimenea que solo ves tu? La cadena de la taza del water que queda sin usar incólume mientras olorcillos de pis salen y salen? Lavabos guarretes de pelos, espejos empañados donde uno no llega a verse asi mismo en la vida, calcetines pelota por toda la casa, una, dos o tres chaquetas puestas derrengadas en el respaldo de una silla, puertas que acojen en sus picos mogollones de ropas tipo tienda de campaña...Cuando convives con otros y éstos se comen tus pequeños caprichitos que tienes casi escondidos en la nevera...ahí la vida se convierte en traición absoluta y despiadada. Con lo fácil que es preguntar ¿puedo comerme esto que mañana te lo repongo? Y ya está. Pues no, la susodicha se lo zampa y no dice nada, con lo cuál ya se ha convertido en enemiga. Alguien aparece en tu vida y quiere hacerte vivir de una manera diferente, ¿qué sucede por mucho amor que haya? ¡Comer con ruidito! O peor porque nadie te obliga a hacerlo, es decir que no es necesario: ¡comer con ruidito chicle! Que no es comer la ensalada con la boca abierta que alomejor ya no tienes mas remedio, no, el chicle se come por ocio y por lo tanto puede quedar de lado perfectamente no es vital para la vida, por lo tanto mascado con ruido solo sirve como arma arrojadiza ¡leche!. Deberían prohibir que la gente coma el chicle con ruidito. Es simplemente insoportable. Son esas cosas con las que nunca contamos porque son como las pequeñas vocales y consonantes imperceptibles en letra pequeña que conforman la leyenda de la convivencia a la que llegamos, generalmente como consecuencia del amor, ese que en su momento era ciego y por el que estábamos dispuestos a darlo todo. Después esa leyenda deja de ser abrasándonos en la triste, alegre, cotidiana monotonía de la vida. Por hoy, solo quiero recordar estas pequeñas cosas que nos dejan tiempos de flores hermosas, no quiero aburrir a las ovejas con la vejez sabionda de mi pensamiento incontrolable.
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