jueves, 6 de mayo de 2010

De lo cotidiano en la vida. Despido del amor.

Hay muchas cosas de la vida cotidiana que pueden llegar a fundirnos en un horror absoluto, en un marasmo de sentimientos contradictorios, en una provocación a la armonía, en el desate de instintos bajos y que sin embargo y aun siendo motivo muchas veces de divorcio, pérdida de amistades o de huída del hogar, pues quizás expresándolas de forma clara, sencilla, podríamos llegar a consensos varios de compatibilidad activa y real en el devenir cotidiano. He tenido diversas experiencias en ese sentido y hay algunas cosas que ya se han establecido bastante claras para mi, es decir, puedo asumir la mal establecida falacia de que me conozco a mi misma. Ostras pedrín! Conocerse a si mismo y no engañarse merece admiración, yo admiro a los que se conocen y no se engañan, es propio de sabios y por sabios humildes.

Todo ser humano se comporta de forma muy parecida, nadie es excepcionalmente especial, quizás en los principios de una relación en esas historias que llaman de “amor ciego” que como tal sentimiento no reconoce la realidad y lo acepta todo...pues puede valer al menos funcionará en la imaginación, fantasía que tantas y tantas veces alimenta nuestro espíritu. Me confieso mayor para estos temas, la ceguera en el amor por desgracia ha venido a desaparecer de mi vida. Ya no idealizo nada, ya no vivo en las batuecas de antes, esas que me proporcionaban hermosos trozos de vida regalado de imaginación y me da pena, prefería cuando una estaba engañada aunque ésta sea una felicidad ficticia, poco importa pues es felicidad y ésta siempre se nos escapa entre los dedos. Una pena, para mi eso es envejecer, ver las cosas con una realidad que espanta, con la distancia que da la inquebrantable sabiduria y conocimiento, con el desinterés de tener todo hecho...horrible desinterés, hasta el punto de no creer en nada o hacer las cosas por hacer. Sin embargo cuando la ceguera amorosa existía nos hacía vivir en un plano distinto, desconocido, atractivo, imaginativo...del que como digo tristemente nos alejamos para ver las “cosas como son”. Esto del amor ciego y de las relaciones personales –cualquiera que ésta sea- que estaban en nuestra imaginación, eran –digo- mágicas, personales, pertenecían en exclusividad a nuestro pensamiento engrandeciéndonos en muy buena medida, nos hacían enormes en nosotros mismos. Pero luego está no la forma nominal del pensamiento sino el resultado de él, la actuación, la parte práctica. Esta es la más destructora.
Por ejemplo, ¿a quién no le molesta que le cojan su cepillo del pelo y lo dejen lleno de caspa y buruños? ¿Quién no ha maldecido ese secador de pelo a deshoras? Quién, por muy pacifista que se sea, no le han dado ganas de matar al ver por la mañana el tubo de pasta de dientes espachurrado y seco por arriba porque el anterior o la anterior ha olvidado espachurrar como debe ser y además ha olvidado ponerle el tapón. Esto clama el cielo. ¿Y los dos mil vasos usados repartidos no importa dónde? ¿Y esa lata de coca-cola o goga-gola según se pronuncie encima de la chimenea que solo ves tu? La cadena de la taza del water que queda sin usar incólume mientras olorcillos de pis salen y salen? Lavabos guarretes de pelos, espejos empañados donde uno no llega a verse asi mismo en la vida, calcetines pelota por toda la casa, una, dos o tres chaquetas puestas derrengadas en el respaldo de una silla, puertas que acojen en sus picos mogollones de ropas tipo tienda de campaña...Cuando convives con otros y éstos se comen tus pequeños caprichitos que tienes casi escondidos en la nevera...ahí la vida se convierte en traición absoluta y despiadada. Con lo fácil que es preguntar ¿puedo comerme esto que mañana te lo repongo? Y ya está. Pues no, la susodicha se lo zampa y no dice nada, con lo cuál ya se ha convertido en enemiga. Alguien aparece en tu vida y quiere hacerte vivir de una manera diferente, ¿qué sucede por mucho amor que haya? ¡Comer con ruidito! O peor porque nadie te obliga a hacerlo, es decir que no es necesario: ¡comer con ruidito chicle! Que no es comer la ensalada con la boca abierta que alomejor ya no tienes mas remedio, no, el chicle se come por ocio y por lo tanto puede quedar de lado perfectamente no es vital para la vida, por lo tanto mascado con ruido solo sirve como arma arrojadiza ¡leche!. Deberían prohibir que la gente coma el chicle con ruidito. Es simplemente insoportable. Son esas cosas con las que nunca contamos porque son como las pequeñas vocales y consonantes imperceptibles en letra pequeña que conforman la leyenda de la convivencia a la que llegamos, generalmente como consecuencia del amor, ese que en su momento era ciego y por el que estábamos dispuestos a darlo todo. Después esa leyenda deja de ser abrasándonos en la triste, alegre, cotidiana monotonía de la vida. Por hoy, solo quiero recordar estas pequeñas cosas que nos dejan tiempos de flores hermosas, no quiero aburrir a las ovejas con la vejez sabionda de mi pensamiento incontrolable.




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