martes, 12 de octubre de 2010

Presencia


Sentía el olor horrible del humo como lo si lo tuviera al lado. Lo sentía y lo volvía a sentir, constantemente y como una obsesión. Le parecía un olor insoportable. Gloria tenía alergia al humo, al tabaco y cada vez que sentía ese olor comenzaba a toser casi convulsivamente, lo que se traducía en pasar la noche en blanco. Pero ¿esta vez de dónde salía el olor si estaba sola? Esto le inquietó hasta el punto de preguntarle al Profesor Vicente Escudero, el ingeniero que le había alquilado la casa, si esta situación le había ocurrido alguna vez. Con toda sinceridad le dijo: -mire usted, yo no he cocinado nada de freir, ni he encendido la chimenea, todavía no hace tiempo, sabría decirme usted de dónde sale el olor a humo? Es posible que se deba a la calefacción -asintió el hombre, que como usted sabe es de gasoil, un poco antigua a decir verdad...Sí, sí, comprendo su buena intención Profesor Vicente, pero el olor que viene a mi habitación que está en la primera planta y que probablemente venga por la chimena –digo yo- es olor a tabaco, es olor de alguien que fuma, vamos olor a tabaco rubio. Lo reconocería a mil kilómetros, no obstante he sido fumadora.

-Ha tenido usted invitados ultimamente en la planta de arriba?

- Pues no, no...bueno estuvieron mis tíos. Probablemente mi tío Emilio, fumó, a pesar de mis advertencias, pero luego ventilé y muy bien ventilado. Hace de esto un mes.

- No sé Gloria, a veces los olores se quedan en los lugares, se filtran...a mi me sucedió con las cosas de mi mujer, cuando falleció. Por eso vendí la casa, me deshice de todas sus pertenencias...porque parecía que estaba ahí todo el tiempo a mi lado.

-Ya, ya, si lo comprendo perfectamente Profesor Vicente, pero es que en esta casa no ha estado nadie, nadie, al menos que yo sepa. En fin, las presencias no sé si me importan...bueno alomejor me importan, pero lo del tabaco...el olorcillo ese horroroso que encima me da tos...a ver qué hago yo!

-Se me ocurre que como hay una obra justo al lado, sí, en la casa de Justina, la óptico, pues que quizás, no sé es un decir, pues que quizás algún obrero le ha dado por fumar cerca o al lado de tu casa, que tu tendrás la ventana de arriba abierta, como siempre haces, ¡esa maldita manía de no cerrar nada! Y por eso entra el olor. Después la temperatura mas o menos alta que tenemos se encarga de lo demás.

-Está bien, no le voy a dar más vueltas, acompáñeme a la compra Profesor Vicente si no tiene más nada que hacer hoy. Lo haré con mucho gusto, querida inquilina, después he quedado para cenar con unos viejos amigos que conocí cuando estuve de profesor en Oslo, un tostón de cena, hija, pero qué voy a hacer, los compromisos son los compromisos. Mucho más me gustaría quedarme a cenar contigo unas simples tostas de salmón, pero, a veces no hay mas remedio.
Habían hecho lo que hoy podríamos definir como amistad o una buena relación que desde luego iba más lejos de la odiosa y repugnante relación característica entre inquilino y propietario.

Gloria cultivaba bien su relación con el Profesor Vicente que era cuarenta años mas mayor que ella, pero esa distancia era tan enriquecedora que en su vida encontraría una relación semejante, además, daba igual porque se entendían a la perfección, parecían abuelo-nieta, padre-hija, hermano-hermana, amigo-amiga, colegas, tío-sobrina...o simplemente dos seres humanos que estaban solos y se respetaban, cosa insólita en los días que corren. Gloria era investigadora en la Universidad de la ciudad y su escasa familia vivía en el país vasco, de modo que le vino muy bien encontrar a alguien de la profesión tan amable como Vicente en el medio de la región de Burdeos.

Se despidieron y Gloria regresó a su casa con la misma rutina de todos los días, agotada por el trabajo pero dispuesta a continuarlo. Cuando se vive sola es difícil cortar la inercia que produce el estar metido de lleno en una ocupación, no hay nada ni nadie que lo interrumpa. Eres tú solo el que tiene que cambiar o irrumpir, distraerte, variar, eres tú y tu soledad, la mayoría de las veces ocupada en asuntos laborales mas que de distención del ser. Así es. Gloria se quedó dormida cuando ya se le caían las gafas lupa que utilizaba para leer se despertó con el tufo a tabaco, bueno a tabacazo. El olor era enormemente sutil, pero certero, existente, no era en absoluto fruto de su imaginación. Estuvo a punto de ir a buscar al profesor Vicente...¿tal vez pensó que estaba loca? ¿quizás había algo extraño? pero qué iba a haber?...Tomó jarabe con codeína para conseguir a duras penas dejar de toser...el olor continuaba.

Cuando Gloria estaba cerrando su frasco de jarabe, sintió pasos arriba en la buhardilla y pensó...aterrorizada que en efecto alguien había entrado y que además se permitía el lujo de ponerse a fumar. Armada de valor, pensó en subir.


Pensó igualmente que había alguien y que si ese alguien hubiera querido hacerle algún mal, ya lo habría hecho. Valientemente, encendió las luces, todas las luces y subió la escalera hacia la buhardilla. Abrió la puerta temblandole las piernas y el corazón pulsando fuertemente, muy fuertemente. Hubiera preferido ver a alguien: en efecto la habitación estaba llena de humo pero vacía. Nadie. La ventana estaba clausurada por lo que era imposible salir o entrar...entonces de dónde salía ese humo, qué era ese humo de cigarrillo rubio? Tan solo vio un libro y en él unas frases subrayadas. El libro era una Biblia protestante para ser mas exactos, abierta en la Epístola Universal de San Judas Apóstol y subrayados los versículos del número 6: Y los ángeles que no guardaron su estado original, sino que dejaron su propia morada, los ha guardado bajo oscuridad, en prisiones eternas, hasta el juicio del gran día. Gloria se quedó pensando.

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