Por si el ávido lector tiene sus dudas, le podremos
decir que nuestra amiga Sophie no es lo que conocemos como una mujer
necesitada de…Sí, me refiero a que históricamente las historias de amor en
las mujeres se han relacionado con la carencia de afecto físico, sí, de falta
de relaciones sexuales, de no tener con quién estar, de no sentirse amada
físicamente y de no disfrutar de los placeres del cuerpo. Sophie, si es que se
puede hablar de mentalidad masculina y/o femenina, desde luego la tenía
masculina en el sentido de que podía estar con tres o cuatro hombres en el
mismo día sin que por ello sufriera nada en absoluto. No engañaba a ninguno de sus hombres con
argucias de nada, porque a todos les decía claramente que solo pasaba el
tiempo. No dormía con ninguno de ellos. Si alguna de sus conquistas quería más, ya sabía por donde tenía
que irse. Hacía tiempo se había operado los senos, digamos que se había puesto
casi en una talla 100 de sujetador (para entendernos) con la ventaja de que con
las prótesis si quieres no lo llevas, no te hace falta, las prótesis lo
mantienen siempre turgente y bonito. Aquellos que critican lo artificial de
estas cosas es o porque no tienen dinero, o porque no se atreven, no tienen
valor para operarse, pero no se puede decir que quede mal, queda muy
bien. Si con un poco de ayuda puedes tener un cuerpo estupendo por qué tenerlo
peor gracias a los efectos de la naturaleza. Lo demás de su cuerpo era lo que
se dice todo natural. Medía 1’70 y tenía las piernas muy largas
de medidas, caderas y cintura proporcionada, elegantes y una buena melena de
color castaño. Facción por facción no decía nada, pero el conjunto era
extraordinario, todo un bellezón que ella misma procuraba explotar al máximo de
sus posibilidades. Para Sophie era muy importante el sexo, por eso mismo, no
había día que pasara sin tener su buena ración, o varias raciones –según lo
ocupada que estuviera-, bien en su despacho magistral del Museo, para el que
tenía un sofá divino que se convertía en cama, bien en su casa cuando Manon no
estaba o bien asistía ella a casa de alguno de los incondicionales a los que
frecuentaba al menos una vez a la semana, como Antoine o Lucas que eran amigos
de toda la vida y compañeros de bacanal. Sus artes de seducción –además de la
maravillosa lencería que en cada ocasión lucía- eran tan fuertes que desde
luego sus amantes volvían una y otra vez al comprender que aquel tiempo con esa
mujer no era cualquier cosa, y poderla
olvidar después se hacía prácticamente imposible.
El hecho de tener una vida sexual tan enormemente
activa (exagerada diría yo) no le impedía por supuesto, desarrollar bien su
trabajo para el que era una pieza clave, no había –sin duda- muchos que
hablaran 8 idiomas como ella, ni que supieran de Arte como Sophie, por no
hablar del bagaje cultural que le acompañaba casi en cada expresión. Por esa
misma razón, el hecho de que a sus 54 años se viera inmiscuida en una situación
así como en la que se encontraba con el maldito Pierre Lavraille, era cuanto
menos extraño y ya, desesperante. Uno de esos días en los que llevaba a Manon a
su curso abrió la puerta una mujer mayor, muy dejada, sin apenas arreglar,
deformada de cuerpo, con canas…pensó que era la hermana de Pierre por la manera
en la que ambos se trataban y hablaban. Tristemente descubrió algo bastante
habitual y es que aquella mujer que se llamaba Térèse era su mujer, por la
razón bastante común de que los matrimonios que llevan mucho tiempo juntos en
general, parecen dos amigos, dos hermanos, algo así. Esto ya había terminado de
hacer trizas el corazón de Sophie.
En una de las últimas clases antes de las vacaciones
de Pâques, explicando Pierre las octavas en el piano –pues había una alumna de
oyente- dijo: me permites, y cogió las manos de Sophie para explicar cómo el
dedo pulgar y el meñique deben estirarse para llegar a hacer esas notas. Era
bastante obvio que tocaba sus manos expresamente con otra intención, con la
intención de amarla a través de sus manos que para él eran muy importantes. Al
menos eso es lo que a ella le pareció. Otro día comentó: los músicos hablamos por
medio de la música, mira por medio de estos acordes puedo estar diciendo te
quiero, porque esto es lo que mejor tengo, es lo mejor de mi, lo que más me
ha costado hacer, vasos de sangre para conseguirlo. Sophie, también le pareció
que se lo estaba diciendo expresamente, pero como estaban en la clase delante
de Manon, pensó al mismo tiempo que era una forma alegórica de hablar. Todo
esto comenzaba a ser casi un tormento al que no se le veía ningún fin.
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