Es un día
gris de niebla, los parques están vacíos y no hay nadie por la calle. Es Europa
y no importa cualquiera que sea el país porque son las cuatro de la tarde. La
peor hora del día. Madre (de 35 años) e hijo (de 12) pasean solitarios, hace
frío, todo es de color gris, edificios gris, aire gris, oxígeno gris. El niño
va vestido como un antiguo, abrigo largo, chalequito, camisa de rayas gris,
pantalón de cuadritos, botas de piel marrón. Le asoman cabellos rubios detrás
de una gorra de pana muy abultada. La madre lleva una boina de color rojo con
una trenza rubia, abrigo rojo con cuello y botones negro, leotardos de rayas y
zapatos planos de charol. Está contenta y tranquila.
Madre.- ¿Qué
tal hijo cómo has tenido hoy el día? ¿Qué has comido?
Niño.- No me
gusta la escuela mamá, hubiera querido quedarme contigo en casa y leer juntos
libros e historias.
Madre.- Nada
me gustaría más que eso.
Niño.-
Entonces, ¿por qué no lo hacemos?
Madre.-
Porque no se puede.
Niño.- Y por
qué no podemos almorzar juntos, no me gusta la comida del comedor., la detesto,
los niños se ríen de mi.
Madre.- ¿Por
qué?
Niño.- Porque
dicen que no tengo padres, también se ríen de mis gafas.
Madre.- Hijo,
no tienes gafas.
Niño.- Sí,
pero ellos creen que si y con eso basta, nada podrá convencerles de que no
llevo gafas.
Madre.- No lo
entiendo, bueno sí, la gente incluso desde pequeños no soportan a los que son
diferentes, se sienten incómodos. Eso es algo, hijo, con lo que tendrás que
aprender a vivir, hemos elegido una vida especial y en ello incluye la no
comprensión de los otros, el estar fuera de lugar casi permanentemente…la no
existencia, la contrariedad.
Niño.- Se
inventan cosas de mi.
Madre.- Eso
es natural, se sienten nerviosos al no poder controlarte.
Niño.- Ayer
he estado castigado todo el día por querer hacer huelga, en realidad no por
querer hacer huelga sino porque no han entendido mis razones, porque los demás
compañeros no han secundado la huelga, no lo han creído necesario. Ya sabes que
si las ideas no son compartidas por la
inmensa mayoría entonces se convierten en enemigas.
Madre.- ¿Y no
has podido convencerlos?
Niño.- No, en
realidad no me han dejado. Quise hacer huelga por diversas razones entre otras
la de protestar por la supresión del latín en las escuelas.
Madre.- El
latín debe estar en las escuelas.
Niño.- Sí,
pero pocos son los que así lo creen. Estos días son únicos.
Madre.- ¿Por
qué?
Niño.- Porque
son los únicos días de mi vida en que tendré 12 años, después creceré y dejaré
de ser un niño mamá. Yo he pasado toda mi infancia contigo, he aprendido
contigo y ahora que tengo que “integrarme” no lo puedo hacer. No puedo
compartir con nadie las lecturas que hemos hecho, porque ninguno de mis
compañeros ha leído las cosas que yo, ninguno, y eso me aísla aún más.
Madre.- Ya te
dije que a los 12 tendrías que integrarte o convivir con los demás, no podemos
seguir el programa de estudios en casa de por vida. El individuo necesita
relacionarse.
Niño.- ¿Para
qué? Para que miren a uno con los ojos que ellos quieren? Me ven verde.
Madre.- Bueno
es verdad que todos somos de uno o de varios colores.
Niño.- Sí,
pero yo no soy verde y se empeñan en verme así. Yo soy blanco y se me ve mucho,
no entiendo por qué nos hemos empeñado toda la vida en que sea blanco, para que
ahora los demás me vean verde.
Madre.- Ya…
Niño.- Además
me quitan mis cosas diciendo que he sido yo quien lo ha escondido, engañan a
los profesores, dicen que soy yo quien les pega y les roba sus cosas, son
agresivos, crueles e ignorantes. Las chicas también se burlan.
Madre.- ¿Por
qué?
Niño.- Por
que dicen que soy raro, que soy un poco niña.
Madre.- ¿Y a
ti eso te molesta? La infancia es cruel, lo más cruel y reaccionamos a aquellas
experiencias cuando somos adultos, un tiempo en el que ya es todo demasiado
tarde y el daño está hecho.
Niño.- En
realidad no, yo me conozco y de sobra se quien soy.
Madre.-
¿Entonces?
Niño.- Pues
que hacen higas, me miran, ríen…es horrible. Dame la mano, mamá creo que no
entiendo la vida, en realidad no entiendo a las personas, a los niños, me
siento solo.
Madre.- Sí,
te sientes solo pero no debes sentirte así porque no lo estás, hay quien vela
por ti y tú eso lo sabes.
Niño.- He
obtenido la mejor nota en redacción, he escrito sobre la soledad de Dios y sus
consecuencias, de cómo lo abandonamos por otras cosas de la vida terrenal y de
cómo sufre él a contemplar nuestro desprecio. También sé que a nadie le
importan estas cosas.
Madre.- Pero
te importan a ti y con eso es suficiente. Cómo has planteado esa
redacción…parece algo demasiado abstracto. Bueno, al menos tu profesor ha
podido ver algo de tu talento o de tus gustos, la escritura. Todo escritor
sufre en sus propias carnes la agresión de la sociedad, el aislamiento, el
miedo, la soledad absoluta. Va con la condición de escritor y tú debes observar
cómo hacen los demás, cómo se mueven, qué hacen y guardarlo en tu memoria.
Seguro que un día aparece alguien que pueda comprenderte y compartir tus ideas
además de mí, claro. Piensa que yo también me siento así de mal, estoy fuera de
toda costumbre social, no creas que eso sucede solo por ser niño,
desgraciadamente también sucede en los adultos. A mi también me han hecho la vida
imposible. Tú serás escritor.
Niño.- ¿Y tú
que haces para subsistir?
Madre.- Nada,
no hay que hacer nada, no hago nada, solo dejar estar las cosas y seguir
nuestro camino. Lo más importante no es llegar sino perseverar hasta el final.
Yo me siento muy feliz por tenerte, somos familia, somos genética, tenemos la
misma sangre, sentimos de la misma manera, tenemos los mismos gustos y por eso
lo que más nos alegra es estar juntos porque lo pasamos bien y no hay nada que
explicar, simplemente nos comprendemos con solo una mirada, mirar es muy
importante. Yo ahora estoy en paz y te miro.
Niño.- Si,
mamá, siempre he tenido tu mirada sobre mi dándome vida, mirándome a cada
momento, cuidándome, por eso ahora me resulta imposible prescindir de esa
mirada. Tengo miedo.
Madre.- Tú
decías, te acuerdas: mira mamá, mira mamá. Todos los niños lo dicen, los
parques están llenos de niños que imploran que sus madres les miren, en
realidad, solo quieren eso, solo quieren que su madre les mire todos sus
movimientos, mira mamá, mira lo que se hacer. Eso es importante, es realmente
importante.
Niño.- Sí,
pero ahora estoy atrapado en esa mirada y no me encuentro en ninguna parte.
Quiero verte madre y no puedo. El niño despierta encuentra nada en su
habitación. Se oyen risas infantiles, gritos en parte desagradables y llantos,
muchos que rompen una armonía apenas existente. Miles de madres se hacinan en
eso que llaman parques. Un lugar donde las mujeres descargan su conciencia
consintiendo a sus hijos todo lo que quieren, un lugar donde el juego es
programado, pero esas madres están de forma física no espiritual, al tiempo
fuman sin parar miles de cigarros con
otras que parecen ser amigas, lo de menos en realidad son los niños, estos
pueden desaparecer sin que nadie se de cuenta. Es un mundo mecánico de pequeños
robots que saltan en los columpios, que juegan a nada. Hay una madre con boina
roja, trenza rubia y abrigo rojo con cuello y botones de terciopelo negro,
medias de rayas y zapatos de charol negros que mira y pasea vigilante, sonríe y
mira.
Niño.- Mamá,
mamá mira. Recapacita y despierta de su sueño. Mamá está muerta pero me sigue
mirando en sueños, me mira durante el día y en la vigilia. Mamá mira, mira lo
solo que estoy ante el mundo.
Madre.- Nunca
te dejo, hijo y estaré en tus sueños siempre que quieras, en ese espacio de la
realidad donde nos veremos siempre, en los sueños, en el mejor lugar donde
estar.
Suena la
puerta. Profesor Méndez, le están esperando para escuchar su conferencia,
después tiene la entrevista con los medios de comunicación. Gracias, me había
quedado por unos minutos dormido. El profesor se levanta, coloca sus rubios cabellos, se
viste su abrigo largo, antiguo y se coloca una gorra abultada. Sale. Miles de
estudiantes le esperan con admiración.
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