“Han armado una
ruda batalla por una parte el cinematógrafo, por otra el “género chico”; ambos
contendientes riñen por la hegemonía sobre el público, y el público, ese
calumniado público, empieza a inclinarse por el lado de los cinematógrafos. Y
este dato, más elocuente que cien campañas periodísticas, podrá atestiguar ante
el mundo que los españoles conservan todavía buena parte de su ingenuidad, y
que la moral de Madrid no es la misma que la moral de Berlín; donde hay
cinematógrafos, hay niños; donde hay niños no puede haber homosexuales.
El espectáculo del cinematógrafo es,
en efecto, privativo de las almas sencillas, de los corazones poco complicados
y de las fantasías primitivas, candorosas y noblemente bárbaras; puesto que
para contemplar atentamente el desdoblamiento de una película, lo primero y más
necesario es tener un corazón limpio, una curiosidad infantil y un asombro por
las cosas del mundo y de la vida. Ante el transcurso de una escena jocosa en el
cinematógrafo, ante una colección de fieras y demás animalillos pasando por la
película, ¿qué espíritu decadente y complicado se quedará sin bostezar? Esas
inocencias y curiosidades sólo están hechas para la infancia o para hombres que
conservan la virtud de la eterna infancia. Están hechas para hombres-niños que
miran encantados el drama de un presidiario, el castigo de un soldado desertor,
el apaleamiento de un cobrador de contribuciones, el viaje aéreo en un tranvía
fantástico por encima de ciudades exóticas, las aventuras de un muchacho
travieso, el jardín zoológico, lleno de terribles fieras.
Para el cinematógrafo, como otras
muchas invenciones modernas, se halla todavía en su período de iniciación y aún
no ha rendido su máximo de utilidad al género humano. Así como el automóvil;
hoy juguete de de los desocupados y espanto de las calles y carreteras,
derivará con el tiempo en carruaje de utilísimo transporte, también el
cinematógrafo se convertirá en objeto de alta civilización y prestará a la
humanidad incalculables servicios. Uno de los principales servicios del
cinematógrafo consistirá en el retrato nacional del hombre. Veamos este
asunto atentamente.
El hombre, en el momento actual,
¿posee el arte del retrato…? Indudablemente que no. Tenemos a nuestro servicio
la talla en mármol, la pintura al óleo sobre lienzo, el dibujo sobre el papel
y, finalmente, la fotografía; pero con todos estos medios de reproducción
directa y exactísima, el hombre no puede verse a si mismo tal como es. Si
yo, por ejemplo, encargo a un artista consumado el retrato de mi persona, ese
artista pintará mi gesto, mi color y mi ademán de una manera, irreprochable;
pero el pintor, por más sabiduría que alcance, no podrá retratar sino solamente
un gesto, un color y un ademán de mi persona; y como yo no
tengo tan solo un gesto, un color y un ademán, resultará
que yo no estaré retratado más que en un aspecto particular de mi vida…Yo no
soy uno, yo soy varios; yo tengo, como todos los seres que se
mueven bajo el sol, infinidad de matices, de facetas, de caracteres, tanto
físicos como morales; yo soy pálido ahora, después me sonrojaré, acaso luego me
volveré lívido; ahora me río a carcajada abierta y luego me temblarán las
mejillas de rabia; ahora estoy sentado, luego pegaré brincos, después levantaré
los brazos elocuentemente…Pues si soy así, tan diverso en cada instante de mi
vida, ¿para qué me sirve un retrato que solamente sorprenderá un matiz de mi
persona, tal vez el más artificioso y afectado de todos?
Queréis conocer a Sócrates y buscáis
su efigie; ahí está su busto, tallado en mármol de Grecia; ¿qué veis ahí? Unas
barbas revueltas, una cara impasible, una frente calva, unos ojos vacíos, sin
pupilas. ¡Ese no es Sócrates…!Buscáis a Felipe II, queréis sorprender en su
retrato el alma complicada de aquel hombre fenomenal, y ante el hermoso lienzo
de Pantoja solamente veis una cara impasible que os mira medio de reojo, y nada
más… ¿En dónde está Felipe II? ¿Quién era? ¿Cómo era? ¿Cuáles eran sus
modalidades, sus múltiples gestos…? No lo sabemos ni lo sabremos nunca.
Ahora bien, usemos del
cinematógrafo, y entonces poseeremos verdaderos retratos de los
individuos. Yo me levanto de la cama, y apenas me levanto, cuando ya me están
enfocando unos sabios fotógrafos. Me lavo, me refriego, suelto unas cuantas
voces, bostezo, me miro al espejo, bebo el desayuno, enciendo un pitillo, abro
el periódico, la lectura me indigna, hago un gesto de repugnancia, luego otro
gesto de alegría…Salgo, voy por la calle, tropiezo con un adoquín que está
colocado de punta, lanzo una interjección…De esta manera sucesiva, cuando
vuelva a mi casa de noche tendré un completo retrato de mi ser, tal como es mi
ser en todos los momentos del día.
Considerad, pues, cuán trascendente
puede ser el destino del cinematógrafo. La trascendencia del retrato, ¿hay una
trascendencia mayor? ¿Qué es lo más curioso para el hombre sino el hombre
mismo?
A cuantos se preocupan de la
perpetuidad de sus personas, yo les aconsejo que no se tarden, que no
desaprovechen la ocasión, Guillermo II, emperador de Alemania, maestro en el
gesto; Santos Dumont, obsesionado de la celebridad; los tenores, los oradores
parlamentarios y algunos otros que me callo”.
J.M.Salaverria.
La
conspiración
A mi, no me gusta el cine, rarita que es una y tengo que
pedir perdón por ello. Hoy homenajeo a Salaverria y por ello incluyo sus
palabras que vienen mucho al caso.Hoy en día si no te gusta el cine estás
perdido, es como si no existieras, como si fueses un traidor. Y es que yo, de
extremada sensibilidad hay muchas películas que no puedo ver –no me deja el
médico- y supongo que será porque en realidad es muy fácil poner en pantalla
las mayores barbaridades que uno pueda imaginarse, claro, es el cinematógrafo
que con sus trucos puede reproducirlo todo. No me gusta la violencia, no me
gusta sufrir terror, no me gusta presenciar escenas de sexo duro, no me gusta
el ruido, ni el salvajismo. Para mí, lo difícil no es reproducir todas esas
sensaciones, eso es fácil de hacer cámara en mano, con el cinematógrafo en una
pantalla, o en el video de tu casa, lo difícil para mí es poder contarlo y
poder leerlo, por ello no me dedico al cine, aunque mis amigos así lo creen.
Las
artes, no han pasado de moda ni mucho menos, me refiero con ello a las artes
económicamente accesibles, a las artes de verdad, a los artistas que lo son, al
compromiso sincero del creador con su entorno y con sus posibilidades y
responsabilidades, con sus medios de expresión, a esas artes que en principio
“nadie” entiende: la escritura, la pintura, la música, la danza, la escultura,
el teatro. Esto es arte.
Es
una lástima que socialmente un bailarín no sea un dios como lo son los actores
de cine, o un pintor, un escultor o un escritor. Eso de la alfombra roja
subyuga a todos casi de una forma incomprensible. Hoy, ser modelo o actor/triz
de cine es la mayor de las aspiraciones. Hoy, una modelo puede ser al día
siguiente una actriz consagrada, o una cantante también lo puede ser y ganar un
Goya, debe ser que no ejerce gran dificultad ser actriz de cine, claro, actriz
de teatro es otra cosa y todos los sabemos. Ser escritor es algo a todas luces
difícil en general –alguna inútil excepción ha existido- a los escritores nadie
nos da premios por el mero hecho de ser, ni vamos de ídolos estéticos,
Dios nos libre, ser escritor hoy debería resultar peligroso, como debería serlo
ser filósofo. Yo creo que somos los únicos peligrosos que podemos atacar sin
pistolas. Claro, si se piensa bien, a pesar de tener ocupadas las páginas de
muchos de nuestros diarios por algunos intrusos que se dicen escritores, en realidad,
no cualquiera puede serlo. La escritura debe golpear a la sociedad con su
pensamiento, con sus conceptos, su ética…Igual que un filósofo cuyo peligro
social se demuestra cuando vemos que algunos de ellos están en las listas de
los terroristas. Un libro puede cambiar una sociedad? Tenemos el caso de Harry
Potter. Una filosofía lo puede hacer también? ¿Quién inventa los nuevos
conceptos de vida? Hay una diferencia importante, una modelo o una actriz no
puede pasar de la noche a la mañana a ser escritor o filósofo, tampoco bailarín
de verdad, no me refiero a esos bailes que todo el mundo hace por la
televisión, donde aparentemente todo el mundo lo puede hacer. El cine
representa ni siquiera el mundo de la imaginación –no he visto hasta hoy nada
que así se pueda denominar- representa el mundo de la mentira, es el arte
pasado por estudio.
La cuestión que yo me planteo hoy es
¿adónde van las ideas? Me refiero a que al lado de la escritura como
causa-efecto se relaciona con acto de la lectura. La escritura por definición
se crea para ser leída, escudriñada.
Cuánto
miedo produce un lector. Cuando vemos que un adolescente no sale de su cuarto
porque está leyendo, quizás un día aislado no tiene importancia pero tomado
como costumbre, sí la tiene. Tus amigos te tachan de raro ¿cómo puede
alguien despreciar una salida con los amigos para quedarse en su casa leyendo
un libro? Inmediatamente nos convertimos en conspiradores, en miembros de algo
secreto, de una sociedad secreta, aquel que se sumerge, hoy, en la lectura y lo
cambia por otras actividades sociales es un ser extraño, es un conspirador.
En
realidad no conozco otro arte que se pueda disfrutar más que el de la lectura,
ni más barato, ni que conlleve tantas connotaciones por un lado ni tantas
emociones por otro. Ser lector es ser peligroso para los demás. Cuántos
ejemplos no tenemos de gente que se ha vuelto loca por esta razón. Leer puede
cambiar al ser humano y enterarse de lo que uno lee mucho más. Yo, por el
contrario pienso en la condición eterna de ese acto artístico de correlación
escritor-lector. Puede pasar lo que suceda que nadie nos quitará ese carácter
inmortal de aquellas ideas que se fijan en nuestra mente, en nuestro cerebro y
que nadie puede arrebatarnos, y que gracias a ellos creamos nuestro mundo
oculto. Ese mundo no se expone en las alfombras rojas, es absolutamente
privado, forma parte de la individualidad del ser humano ese que tiene tanto
miedo a la soledad. Al reencuentro consigo mismo y con la verdad del individuo.
Llegado ese momento, sinceramente, las alfombras rojas no sirven para nada, en
esta sociedad joven y para jóvenes. Quisiera yo y quiero bien, verlos a solas
en su casa con 50 años cuando las arrugas –por más cirugía que se practique- no
puedan disimular el paso del tiempo. ¿Qué hacen? ¿Cómo llenan su mundo
doméstico, particular? Tiempo al tiempo. Ustedes sigan bombardeando con ese
mundo falso que a todos, a todos, créame, nos llega nuestra hora.
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