
Un poco del comienzo
El
cristianismo hizo su aparición en la época en que Roma dominaba la mayor parte
del mundo conocido. Fundada en el año 753 a de Xto, la ciudad de Roma se había
convertido en el centro de un imperio que se había extendido en todas
direcciones. A diferencia de las repúblcias modernas en las cuales el gobierno
federal preside sobre un grupo de estados (provincias, departamentos), el
imperio romano estaba integrado por ciudades independientes, estados y
territorios, cada uno de los cuales estaba sujeto a la autoridad general del
emperador y del senado. En los días de los apóstoles, grandes territorios,
pertenecientes al sistema imperial eran conocidos como provincias. En el libro
de Hechos, encontramos algunos ejemplos de ellos, como es el caso de Macedonia
(Hechos 20:4) Asia (Hechos 20:4) Bitinia (Hechos 16:7) y Cilicia (Hechos 6:9).
El
gobierno era fundamentalmente de dos tipos. Las provincias pacíficas eran
gobernadas por procónsules, llamados directamente de Roma, con facultad para
tomar decisiones en forma independiente, siendo sin embargo, responsables ante
poderosos miembros del senado romano. Los procónsules a veces eran llamados
diputados. (Hechos 18:7-12). Las provincias generalmente consideradas como
inestables estaban bajo la responsabilidad directa del emperador y eran
sometidas a constante guardia militar. Palestina, una de las provincias más
inestables en la época de Jesucristo (a-un hoy) y de los apóstoles, estaba bajo
la supervisión del emperador mediante un gobernador o procurador. (Mateo 27: 2
y Hechos 24:1).
Además,
los judíos tenían un rey que, aunque era parcialmente descendiente de judíos,
reinaba a discreción de los mandatarios romanos. Herodes el Grande, monarca de
Palestina al tiempo del nacimiento de Jesucristo tenía el título de procurador,
tetrarca y rey. Después de la muerte de Herodes, el reino de los judíos pasó a
tres de sus hijos: Arquelao, Antipas y Felipe.
Los
hijos de Herodes fueron sucedidos en el poder por Agripa I. este, a su vez fue
sucedido por su hijo Agripa II, quien gobernó durante más de cincuenta años.
Durante su reinado, Félix fue uno de los gobernadores romanos y ante éste fue
juzgado Pablo (Hechos 23:24).
Después
de Félix gobernó Festo, mediante el cual Pablo apeló al César al descubrir que
no podía obtener justicia en Palestina (Hechos 25: 8-13). Durante el
encarcelamiento de Pablo en Cesárea, Festo invitó al rey Agripa II a escuchar
la declaración de Pablo. Aunque Agripa tenía suficiente comprensión de la ley
judía, no estaba plenamente identificado con sus doctrinas religiosas.
Simplemente cumplía en forma superficial con los requisitos ceremoniales, más
por aplacar a sus súbditos que por una convicción sincera de su verdad
religiosa. Luego de escuchar la declaración de Pablo su conclusión fue que
“podía este hombre ser puesto en libertad si no hubiera apelado a César”.
(Hechos 26: 32).
Entre
los varios emperadores que reinaron durante el período del Nuevo Testamento,
figuraba el odiado Nerón (56-68 después de Cristo), Pablo se presentó ante él
para ser juzgado (hechos 27:24). En el año 64
después de Cristo se produjo un gran incendio en Roma. Nerón sospechoso
de haberlo provocado él mismo, acusó abiertamente a los cristianos como autores
del incendio. Muchos creyeron esa acusación. Esto originó la primera (aunque
muy limitada) persecución romana contra los cristianos. La tradición sostiene
que durante este período Pedro y Pablo fueron asesinados en Roma.
Pedro elegido
Jesucristo
le dijo a Simón que se le llamaría Cefas, o Pedro, queriendo decir una piedra.
Destinado a ocupar el puesto de presidente o pastor de la Iglesia y ejercer las
llaves del reino en su plenitud, Pedro iba a ser un profeta, vidente y
revelador. Anunciado este llamamiento posterior, el Señor aquí confiere un
nuevo nombre al principal discípulo, el nombre de Cefas, que significa vidente
o piedra. Todo ello adquiere mayor significación cuando al prometerle las
llaves del reino, el Señor le dijo a Pedro que las puertas del infierno no
prevalecerían contra la roca de revelación, o en otras palabras contra el
oficio de vidente. (Mateo 16:18). Con este comienzo pretendemos ir ilustrando
que la elección de Pedro como gran profeta de la Iglesia fue por inspiración,
fue una elección que vino dada por el espíritu. En Lucas 24:34 podemos leer
cómo Jesucristo se mostró a Pedro aparte de los demás –aunque Pedro como
predicador tuviera sus limitaciones, por todos es sabido que no era un gran
orador, pues tenía problemas al hablar-. Esta referencia de Lucas es la única
que hacen los escritores evangélicos a la aparición personal de Cristo a Simón
Pedro ese día. La entrevista entre Jesús y su ayer tímido, pero hoy arrepentido
apóstol, debe haber sido conmovedora en extremo. El remordimiento de Pedro por
haber negado a Cristo en el palacio del sumo sacerdote fue profundo y digno de lástima;
aun pudo haber dudado que el Maestro volviera a llamarlo su siervo, pero deben
haber resurgido sus esperanzas al oír el mensaje de las mujeres que volvían de
la tumba, en el cual el Señor mandaba saludos a los apóstoles, a quienes por
primera vez llamaba hermanos, sin excluir a Pedro de esta honorable y cariñosa
designación ; además, la comisión del ángel a las mujeres había dado
prominencia a Pedro, haciendo particular mención de él. A su apóstol
arrepentido vino el Señor, indudablemente con perdón y seguridad consoladora.
Pedro mismo guarda silencio reverente concerniente a la visita, pero Pablo
presenta su testimonio de este hecho como una de las pruebas significativas de
la resurrección del Señor.
Pero
la aparición del Salvador a Pedro posiblemente tuvo significado adicional.
Anteriormente, en su ministerio mortal, Él como ya hemos señalado más arriba,
había anunciado que conferiría las llaves del reino a Pedro (Mateo 16:19). De
modo que Pedro, junto con Santiago y Juan que presidirían con él recibieron
esas llaves en el Monte de la Transfiguración (Mateo 17:1-8, Lucas 9:28-36) y
desde entonces actuaron como la primera presidencia de la Iglesia en su época. Esas llaves
siempre corresponden a la Presidencia del Sumo Sacerdocio y pueden ser ejercidas
en su plenitud sobre la tierra solamente por un hombre a la vez, y ese hombre,
en el período inmediato a la ascensión de Jesús al cielo, fue Pedro. Dichas
llaves serán puestas hoy o mañana en las manos del que herede el poder para
gobernar la Iglesia, no la Iglesia de Pedro, sino la Iglesia de Jesucristo. (continúa con la misión de Pedro y sus consecuencias)
No hay comentarios:
Publicar un comentario