A menudo la figura
de Pedro el apóstol ha sido tratada de manera especial, siempre desprestigiado
sin más y comparada la mayoría de las veces con Judas como si los dos fuesen
apóstoles que hubieran fallado a Jesucristo. Solo hay que hacer una lectura
detallada de los acontecimientos para darse cuenta de la verdad de los hechos y
de cómo éstos se han desvirtudado a lo largo de la Historia por razones de
índole interpretativa. En efecto, Pedro, fue probablemente el discípulo más tempestuoso
de todos los del grupo que rodeaban a Jesús. Escuchamos siempre sin piedad y
como una retaíla es que Pedro le negó
tres veces ignorando las circunstancias y contexto de los hechos,
quedándonos tan contentos y justificándo con ello un no sé qué de
particularidad que conviene explicar. Sin embargo Pedro es un ejemplo de hombre
y de progreso personal, de duda, un hombre temeroso de Dios, valiente pero al
tiempo con miedo, por eso mismo fue valiente en muchas ocasiones porque era
capaz de vencer el miedo, otros le han criticado por ser combativo, impetuoso y
rudo, era un hombre fuerte, corpulento... aunque si era así, es de maravillar
su evolución hasta convertirse en un hombre piadoso, de audaz liderismo, de
gran valor y de una comprensión casi ilimitada.
Simón Pedro, hijo
de Jonás, comenzó su inigualable carrera bajo las circunstancias más humildes
que imaginarse uno pueda. Un ordinario pescador, un hombre que en una ocasión
fue calificado de “ignorante e inculto” escaló la escalera del conocimiento
hasta que conoció como tal vez ningún otro lo hiciera a su Padre, Elohim, al
hijo Jehová y el plan y la relación de Cristo con los hombres. Llegó sin ser
persuadido probablemente caminando a lo largo del río Jordán para escuchar los
poderosos sermones del intrépido Juan Bautista. Poco sabía entonces de las
experiencias maravillosas que le esperaban, pero Pedro escuchó la voz del
bautista y le siguió. Si estaba como si no preparado para asumir una
responsabilidad por aquel entonces , no lo sabemos, pero suponemos que no, sin
embargo Jesús sí era consciente de su capacidad. El día que fue llamdo como
apóstol comenzó para él la instrucción intensiva que le llevaría a este humilde
hombre y a sus colaboradores a un gran liderismo, a la inmortalidad y a la vida
eterna.
La educación de
Pedro, tanto secular como espiritual, había sido muy limitada, no tenía desde
luego la erudición de Nicodemo, pero seguía al maestro y lo hacía probablemente
con una de las fuerzas humanas más grandes que pudieran exixtir. Escuchó el
Sermón del Monte; estuvo con el Redentor en la barca y escuchó los escelentes
discursos dados al pueblo congregado. Se sentó en las sinagogas y escuchó las
poderosas y convincentes declaraciones del Creador. Las Escrituras se fueron
predicando a medida que viajaban por lo ssenderos polvorientos y pedregosos de
Galilea. De seguro que sus innumerables preguntas fueron contestadas por el
Señor al comer, dormir y caminar juntos. Cada hora debió ser tan valiosa como
joyas preciosa. Escuchó las parábolas y aprendió de cada símbolo que encerraba
su significado por la creciente disposición espiritual y sobre todo por la
dignidad que su espíritu iba adquiriendo a medida que los días, las horas iban
pasando. Su espíritu se estaba convirtiendo en uno de los más dignos entendido
esto como puro y por tanto creciente a cada momento en sabiduría de los que le
rodeaban al Señor. Por que las parábolas estaban hablaban de cosas del espiritu
y ésto no e podían entender sin el espíritu, y este solo puede albergar en
personas puras y dignas.
Pedro era consciente
de la constante influencia divina que se opera en el eterno desarrollo de la
vida misma. Con facilidad iba captando ciertas nociones pero vemos que tenía
dificultad para comprender experiencias que nunca habían ocurrido en la tierra.
Los eventos del ministerio de Cristo predecían su muerte, él mismo lo hacía y
Pedro podía percibir las señales pero no el porqué. Nadie antes hasta donde él
sabía había dado su vida de esta manera, yo
doy mi vida por mis amigos, ningún alma en la tierra había resucitado, necesitaba
tiempo para que estas asombrosas cosas sedimentaran en su mente y le era muy
difícil pensar únicamente en la dirección espiritual. Pedro pensaba, quería,
esperaba que Jesús, el Cristo, tomara la espada y redimiera Israel, porque
tenía el poder para hacerlo yporque debía hacerlo, nada más, y así se lo explicaba
él no entendía por tanto, la razón del sacrificio, hasta la experiencia de
Getsemaní y el Gólgota.(hechos de los apóstoles ser traidor).
Jesucristo confió
en él plenamente y una prueba de ello está en que depositó toda su confianza
para erigirle el apóstol principal que presidiría la Iglesia. Sin embargo, le dijo
que antes de que el gallo cante me negarás tres veces, -dijo Jesús. La mayor
parte de l acrítica hacia Pedro se centra en el hecho de que negó su asociación
con el Maestro. A esto se le ha dado el título de cobardía o de traidor(Hechos
de los apóstoles), y yo digo que ni
una cosa ni la otra. ¿Estamos seguros en lo tocante a la negación? Desde hacía
tiempo Pedro había dejado su profesión y había colocado todos sus bienes
materiales en el altar por la causa. Si admitimos que fue cobarde y que negó al
Señor por timidez y miedo podemos sin duda encontrar una gran lección, la de la
persona que en un momento crucial duda pero después remonta hasta límites
inimaginables, hasta ponerse a la cabeza. Eso es vencer una debilidad si es que
admitimos que en algún momento la tuvo. Cristo conocía los
pensamientos de los hombres y veía sus manifestaciones de fe, los conocía, sin
embargo, de entre todos ellos, escogío a este personaje de entre todos ellos
que poseía las virtudes, poderes y capacidad de dirección necesarios para dar
estabilidad a la Iglesia
y para conducir a los hombres a aceptar el evangelio y seguir la verdad. De manera que
cuando Cristo escogió a este pobre pescador como un primer y principal apóstol
no estaba corriendo ningun riesgo. Había escogido un diamante en bruto, un
diamante que tendría que cortar, dar forma y pulir por medio de la corrección,
la reprensión y las prebas, pero al fin, un diamante de verdadera calidad. El
salvador sabía que podía confiarle a este apóstol las llaves del reino, el
poder de atar y desatar. Como otros
humanos, Pedro pudo haber cometido algunos errores en su proceso de desarrollo
pero sería firme, digno de confianza e inflexible como lider del reino de Dios.
Aun con unmaestro tan perfecto, era difícil aprender el vasto plan del
evangelio en tres años. Sin embargo, sabemos que aceptar responsabilidad es un
proceso de refinamiento y prurificación que generalmente lleva mucho tiempo.
Si
Pedro tuvo temor en el tribunal cuando negó su relación con el Señor, qué
valiente fue unas horas antes cuando desenvainó las espada contra un enemigo
aplastante, la chusma nocturna. Más tarde, desafiando a la gente, el estado y a
los oficiales eclesiásticos, osadamente declaró: a éste...prendisteis y
matasteis por manos de inicuos, crucificándole” Hechos 2:23. al pasmado
pipulacho pro la curación del cojo en el pórtico de Salomón exclamó: Varones
israelitas...el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su hijo Jesús, a
quien vosotros entregasteis y negasteis delante de Pilato...vosotros ngesteis
al Santo...y matasteis al Autor de la vida, a quien Dios ha resucitado de los
muertos, de lo cual nosotros somos testigos. Hechos 3:12-15
¿Muestra
esto cobardía? Una aseveración muy valiente para un tímido. Hay que tener en cuenta que Pedro nunca negó la
divinidad del Señor, unicamente negó su relación con el Señor lo cual es
difierente y si se mira, lógica como siguiente líder, porque como tal
constituía un blanco especial para el adversario, tak y como dijo el Señor:
“Simón, Simón, he aquí Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo, pero
yo he rogado por ti, que tu fe no te falte.” Lucas 22:31-32
Pedro
por tanto estaba bajo fuego; todas las huestes del infierno estaban contra él.
El dado había sido arrojado en cuanto a la crucifixión del salvador. Si ahora
Satanás podía destruir a Simón, ¡qué victoria lograría! Este era el más grande
de todos los hombres vivientes. Lucifer quería confundirlo, frustrarlo, limitar
su prestigio y destruirlo totalmente. Sin embargo, esto no iba a suceder porque
él iba a ser elegido y ordenado para un alto propósito en el cielo, tal como lo
había sido Abraham.
Pedro
siguió al Salvador cuando fue llevado a juicio y se sentó en el patio. ¿qué más
podía hacer? Él sabía que muchas veces el Salvador mismo había escapado de la
multitud yéndose de sus garras. ¿Lo haría nuevamente? Aunque el señor enseñó en
cuanto a la cricifixión y resurrección, ni Pedro ni ninguna otra persona
comprendía plenamente su sentido. ¿Era esto extraño? Nunca antes había habido
una persona así o una ocurrencia tal en la tierra. Hoy día millones de personas
hay en la tierra que no pueden entender la resurrección, aunque ha sido predicada
durante más de mil novencientos años como una realidad con muchas pruebas
infalibles. ¿Podrían estos hombres, entonces, ser criticados por no entender
plenamente esta frustrante situación?
¿Es
posible que haya existido alguna otra razón en esta negación triple de parte de
Pedro? ¿Es posible que haya sentido que las circunstancias justificaban la
conevniencia? Cuando dio testimonio en Cesare de Filipo, se le habría dicho
“que a nadie dijesen que él era Jesus el Cristo”. Mateo 16:20
Cuando
los tres apóstoles descendieron del Monte de la Transfiguración ,
nuevamente se les dijo implíctamente: “No digáis a nadie la visión, hasta que
el Hijo del Hombre resucite de los muertos7:9. ¿Puedo Pedro haber sentido que
no era el tiempo de hablar de Cristo? El había estado con su Señor en Nazaret
cuando el Salvador fue llevado por su propio pueblo a la cumbre del cerro,
“para despeñarle. Mas él pasó por en medio de ellos, y se fue”. Lucas 4: 29-30.
Ciertamente que Pedro no consideró que escapar allí era cobardía, sino una
decisión prudente. El tiempo de Cristo no había llegado.
Cuando
el Señor empleó energía tratar de explicar la crisis que se aproximaba, “que le
era necesario ir a Jerusalén y padecer mucho de los ancianos, de los
principales sacerdotes y de los escribas; y ser muerto, y resucitar al tercer
día”, Pedro intentó disuadir al Salvador de pensar en tal calamidad. Mateo
16:21. Rápidamente fue reprendido por haber sugerido que escapase a la
tragedia. Posiblemente él debía haber entendido que era voluntad del Señor que
ocurriesen los horrendos acontecimientos.
Lo
que esto significaba –que la hora había llegado- tal vez Pedro no comprendía
plenamente, pero se le prohibió resistir la crucifixión y se lo prohibió el
Redentor mismo. ¿Se sintió frustrado? Tal vez durante un momento, pero ¿cuánto
de nosotros en un campo hostil, totalmente imposibilitados para salvarnos,
deberíamos al Señor bajo tales circunstancias, especialmente cuando los
esfuerzos previos habían sido rechazados? ¿Acaso Pedro no había levantado, él
solo, su espada contra “mucha gente con espadas y palos”? Mateo 26:47.¿No había
intentado defender al Señor del manoseo y rapto por parte de aquella turba, y
no fue detenido por el Señor?
El
Salvador había caminado calmadamente desde el jardín de Getsemaní,
aparentemente resignado al inevitable sacrificio de si mismo. Pedro había
manifestado valientemente su deseo de luchar solo contra el numeroso grupo para
defender a su Maestro. Corriendo el riesgo de que lo matasen, había golpeado al
vil Malcus cortándole la oreja. Pero este acto de valor y de desinterés
personal fue detenido por el Señor que le dijo a su leal apóstol: “Vuelve tu
espada a su espada a su lugar; porque todos los que tomen espada, a espada
perecerán. ¿Acaso piensas que no puedo ahora orar a mi Padre, y que él no me
daría más de doce legiones de ángeles? Mateo 26-52-53.
¿Qué
más podía hacer Pedro? ¿De qué otra manera se puede demostrar su lealtad y
valor? ¿Pudo ser que en estas últimas horas Pedro comprendió que debía dejar de
proteger a su Señor, que la crucifixión era inevitable y que a pesar de todos
sus actos, el Señor iba hacia su destino? No lo sé. Solamente sé que este
apóstol era valiente y audaz.
Los
acontecimientos siguieron en rápida sucesión. En Getsemaní Pedro estaba tratando
inútilmente, de defender a su Señor una hora; a la hora siguiente seguía a la
multitud. Aparentemente el Salvador estaba sufriendo voluntariamente que los
hombres le infligiesen indignidades monumentales. ¿Qué debía hacer Pedro?
Franca
y significativamente le había declarado al Salvador: “Aunque todos se
escandalicen de ti, yo nunca me escandalizaré” Mateo 26:33. A lo cual el Señor
respondió: “Esta noche, antes que el gallo cante, me negarás tres veces.” Mateo
26: 24.
Era
un momento crítico. La acción protectora de Pedro con la espada, había ocurrido
después de haber sido hecha esta predicción. Él había tratado. Había visto a un
apóstol traicionar a su maestro con un beso y su maestro no lo había rechazado.
A Pedro se le hizo recordar que si había necesidad de protección se podía recurrir
a los ángeles; se le había mandado guardar la espada. Aún así no abandonó a su
Maestro sino que apesadumbrado siguió detrás del grupo numeroso que se mofaba.
Iba a quedar allí hasta el final. Posiblemente escuchó cada acusación, vio cada
indignidad arrojada sobre su Señor, sintió toda la injusticia de aquella burla
de juicio y notó la perfidia de los testigos falsos que cometían perjurio
contra sus propias almas. Los vio escupir el rostro del Santo; los vio
abofetear, golpear y mofarse de Él. Observó que el Señor no ofrecía ninguna
resistencia, ni llamaba a las legiones de ángeles, ni pedía misericordia. ¿Qué
podía pensar Pedro ahora? Una
criada acusó a Pedro: “tú también estabas con Jesús el galileo” Mateo 26:69.
¿Qué lograría con defender al Señor en esa situación? ¿Agradaría a Jesús?
¿Destruiría a Pedro sin efecto positivo? ¿Querría Cristo que él pelease ahora,
cuando le había negado ese privilegio un poco antes aquella misma noche? Luego
otra criada, anunció a los que por allí estaban y a los villanos: “También
estaba con Jesús el nazareno” Mateo 26:71 Pedro respondió: “No conozco al
hombre! Mateo26:72. Y otros, reconociendo su acento galileo, declararon:
“verdaderamente también tú eres de ellos, porque aun tu manera de hablar te
descubre” Mateo 26:73. ¿Qué
iba a hacer? ¿Podía hacer algo más? ¿Cuál habría sido el resultado su hubiera
admitido su relación con Él? ¿Habría vivido para presidir sobre la iglesia?
Pedro había visto al Salvador escapar de las multitudes muchas veces y
esconderse de los asesinos. Se puede concebir que Pedro viera ventaja
aconsejable a la causa de la negación? ¿había Pedro llegado a comprender
plenamente el significado escondido de la frase repetida tan a menudo “Aun no
ha venido mi hora” Juan 2:4 y entendía ahora que “ahora es glorificado el hijo
del hombre. Juan 13:31.
Habían
pasado tan sólo unas horas cuando estuvo entre los primeros que fueron al
sepulcro, como cabeza del grupo de creyentes. Pasaron unas cuantas semanas y ya
estaba reuniendo a los santos y organizándolos en una comunidad unida, fuerte y
compacta. No pasó mucho sin que se encontrase languideciendo en la prisión,
siendo golpeado, acusado y “zarandeado como trigo”tal y como Cristo había
predicho. Lucas 22:31.
Al
menos Pedro, mediante esa negación que tan bien tenía asimilada Jesús, pudo
preservarse y continuar la labor de apostolado, que de haberse declarado
seguidor del maestro no hubiera sido posible.
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