Si por
ser no dejo de estar
entonces
tu música de corcheas imaginó en mí una luz
que
eterna demuestra con sus conciencias de adagio
perpetuo
y molto, tu yo, desaparecido en el lugar señalado.
No creo
en secretos de iniciación, lo que sabes es
lo que
es: iniciación.
Ahora
el negro viene tal y como se le había creado
funesto
y roto, amargo y sabio.
Una
sonata suena en do mayor pero tu no te das cuenta
del
horror de ese negro impoluto que anuncia
con su
guadaña que te vas como me iré yo: en forma de sonata.
Y tu,
según escuchas los acordes, te preguntas porqué soy sonata y yo te
digo que es necesario que atiendas
la repetición amorosa del molto perpetuo.
Porque
el conjunto armónico no da ninguna razón de ser.
Solo en
apariencia, decías y yo te digo: desentraña el secreto.
La
muerte también deja al espíritu hacer su cometido
si lo
tiene. Tu verás si lo tengo.
Para
qué vagabundear por las palabras, imágenes o acordes.
Ya no
hace falta, si la música da
la conciencia de la vida misma
como lo
dan también los seres que juegan a que están
aunque no estén.
Fuga de
dolor, angustia del ser humano que no logra terminar su pieza.
Y si
crees que voy a esperar, estarás errado en medida,
no esperaré, partiré
para morir contigo.
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