Viajar, ha sido y sigue siendo el lugar donde el ser humano puede encontrarse consigo mismo, de la manera más sincera. El individuo siente cómo le influyen los paisajes, las nuevas culturas, los olores, los colores, siente la humedad de un país o su sequedad, se funde con unos edificios que nunca hasta ese momento había visto, quiere sentir la arquitectura en su yo, sus sensaciones indescriptibles aparecen ahora como una parte desconocida de sí mismo. Cuando tenemos delante gentes de un país donde no conocemos su idioma, podemos sentir cómo nuestro interés por conocer su cultura viene ahora como un gran depredador de curiosidad inusitada. ¿A qué nos suena el chino? Parece que habla chino decimos cuando nos referimos a alguien a quien no entendemos nada de lo que dice. Pero el caso es que después cuando comenzamos a conocer la lengua, a escuchar, mucho de dentro se remueve, parece que nos inventamos lo que dicen y nos hace gracia, repetimos la entonación, nos divertimos gesticulando como lo hacen ellos. Después pensamos en esos mismos habitantes cuando están en nuestro país (ahora pensamos en chinos que viven en España) y nos sentimos un poco más unidos a ellos, los comprendemos mejor.
Pero este viaje a lo Marco Polo, me ha marcado en algunos aspectos (algo que comenté con Guasimara y Paco) especialmente por la cuestión política. ¿Cómo se vive en la República Popular de China sin ser extranjero? ¿Cuál es la verdadera realidad de los habitantes de ese país? ¿Cómo han podido los comunistas convertir ese país, antes débil y corrupto, gobernado por hombres pendencieros y belicosos, en lo que parece una nación fuerte, capaz de inquietar al mundo con sus amenazas no solo bélicas sino económicas?
La vida es muy dura para los chinos, como fue casi siempre. La alimentación es adecuada por regla general (aunque a los europeos nos sorprenda) pero las escaseces también existen. El individuo carece de importancia y el Estado es absolutamente supremo, esta es la clave más soprendente que un europeo de un país ocioso como es ahora esta España de letargo y vaguería. El individuo no puede hacer lo que quiere, no cuenta.
El éxito inicial de los comunistas se debe a su destreza para asegurar que los limitados bienes materiales -vestido, casa y sustento- se comprartan sobre una base más o menos equitativa. Los habitantes de los prósperos países de Occidente pueden tomar a broma la idea de que una probreza compartir pueda constituir un capital político, pero un país donde en tiempos pasados, las sequías, el hambre y las inundaciones dejaban con frecuencia los campos impregnados de hedor a cadáver, la capacidad para impedir el hambre en masa ha resultado de importancia crucial. El arropz y el trigo, y la protección contra los elementos, son más importantes en Asia que los conceptos occidentales de libertad política, desconocidos para la mayor parte de los chinos.
Por otra parte, la facultad de promulgar decretos, crear lemas y cumplir amenazas y promesas, cuenta, por tradición, con un gran respeto en China. La palabra con que se designa en chino al Partido Comunista, Kungch'antang, es en sí misma un lema, una promesa. Según me dijo Lyung, traducido literalmente kung significa "compartir", ch'an "producción" y tang "partido". Como presidente del Partido de la Producción Compartida, Mao Tesetung consiguió -aún hoy- el respeto de la gente hacia el partido, convenciéndola de que en China la producción es adecuadamente compartida.
Después (y de esto hablaremos otro día) vino la violencia y el terror para consolidar su poder en las ciudades, eliminando a todo aquel que pusiera en duda los dictados del partido. MIllones de personas fueron acusadas de "contrarevolucionarias" terminando ante tribunales populares. Torturadas y hostigadas, algunas indefensas víctimas de la justciia revolucionaria proporcionaron tarea a los pelotones de fusilamiento y trabajadores para las grandes obras públicas, de las que son pioneros, dioses universales.
Esa campaña antirrevolucionaria tuvo también otra utilidad. Cuando los comunistas por ejemplo, formaron las comunas rurales, estaban destiandas aproveer un financiamiento del pueblo, además de combinar actividades económicas, culturales, políticas y militares, propias de los gobiernos locales, que en aquel momento se habían convertido en una sola entidad. En teoría la comuna del pueblo iba a ser la forma organizativa más apropiada para acelerar la construcción socialista y la transición al comunismo en China. En fin, el desarrollo agrícola tan importante allí, se financió básicamente pro emdio de un incremento del trabajo humano, la utilización de materiales y herramientas hechos en los mismos pueblos, y una disminución del consumo de víveres y de combustible. Se apoyaban en esas comunas financieras y ahora cuando el viajero pasea por China, solo quiere ver el lado del consumismo atroz, terrible que en muchos aspectos se ha convertido ese país y uno se asombra al querer entender cómo y por qué ha sucedido todo esto y lo que sucederá.
Mañana seguiremos hablando de Comunismo.
Como dijo Carl Marx: "La desvalorización del mundo humano crece en razón directa con la valorización de las cosas".
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