(Del
texto de la “Carta 08”: Manifiesto de la disidencia china)
A pesar de los viajes y de la maravillosa presencia de la historia en China, no se puede olvidar los pasos falsos y mal dados de sus dirigientes con respecto a la intelectualidad que lucha por la libertad de pensamiento, de conciencia y de política. Esto no existe en Chian. Iu Xiaobo Changchun, Jilin, 28 de diciembre de 1955, es un intelectual y activista en pro de los derechos humanos y de las reformas en la República Popular China de quien es imprescindible hablar en esta bitácora sobre China. Este escritor es presidente del Centro Independiente Chino PEN desde 2003. El 8 de diciembre de 2008, fue detenido en respuesta a su participación en la firma de la Carta 08, siendo formalmente arrestado el 23 de junio de 2009 bajo sospecha de "incitar la subversión contra el poder del Estado". Ha sido procesado con los mismos cargos el 23 de diciembre de 2009, y condenado a 11 años de cárcel el 25 de diciembre de ese mismo año.
Fue propuesto por el PEN Club Internacional, la asociación internacional de escritores, al premio Nobel de la Paz. Fue galardonado con este premio el 8 de octubre de 2010, y fue una noticia extraordinaria por el reconocimiento exterior de un pensamiento que tan solo quiere hablar de libertades y de derechos para el individuo. Cuando surgió lo del Premio Nobel naturalmente el gobierno chino rompió relaciones diplomáticas con Noruega porque el gobierno chino consideraba a Iu Xiaobo como un criminal, alguien que estaba condenado por violar las leyes de China.
Han
pasado cien años desde la redacción de la primera constitución
china. En 2008 se celebra igualmente el 60º aniversario de la
Declaración Universal de los Derechos Humanos, el 30º aniversario
de la aparición del “Muro de la democracia” en Pekín y el 10º
aniversario de la firma del Pacto Internacional de derechos cívicos
y políticos [ de las Naciones Unidas] por parte de China.
Nos
acercamos igualmente al 20º aniversario de la masacre de los
estudiantes que se manifestaban a favor a la democracia en la plaza
de Tiananmen.
El
pueblo chino, que soporta una situación desastrosa en materia de
Derechos Humanos y protagonizó innumerables luchas a lo largo de
estos años, constata con claridad que la libertad, la igualdad, y
los derechos del hombre, son valores universales de la humanidad, y
que la democracia y un gobierno constitucional son un marco
fundamental para preservar estos valores.
Alejándose
de tales valores, el enfoque del gobierno chino en cuanto a la
“modernización” resulta desastrosa, privando al pueblo de sus
derechos, destruyendo su dignidad y corrompiendo el transcurso normal
de las relaciones humanas. En consecuencia, nos planteamos la
siguiente pregunta: ¿hacia donde va China en el siglo XXI?;
¿Continuará con su “modernización” autoritaria, o se adaptará
a los valores universales, se vinculará al derrotero común de las
naciones civilizadas y edificará un sistema democrático? Resulta
imposible eludir estas cuestiones.
El
choque del encuentro con Occidente en la China del siglo XIX dejó al
desnudo el sistema autoritario decadente y marcó el principio del
periodo que denominamos generalmente como de “los mayores cambios
que conoció China en muchos milenios”. A esta mutación le siguió
el movimiento de “autoreforzamiento” que tenía, sobretodo, por
objetivo, acceder a las tecnologías que permitieran fabricar buques
de guerra y otros objetos occidentales. La humillante derrota
marítima de China frente a Japón en 1895 no hizo otra cosa que
confirmar la obsolescencia del sistema chino. Las primeras
tentativas de introducir reformas políticas tuvieron lugar tras las
desgraciadas reformas del verano de 1898, pero fueron aplastadas sin
miramientos por los ultraconservadores en el seno de la Corte
Imperial.
Con
la revolución de 1911, que permitió crear la primera República de
Asia, el sistema autoritario imperial, de muchos siglos de
antiguedad, se suponía que caería en el olvido para toda la
eternidad. Pero el conflicto social en el interior de nuestro país,
así como las presiones exteriores, impidieron que esto fuera así:
China se divide en feudos de señores de la guerra y el sueño de la
República se desvanece.
El
doble fracaso de este “movimiento de auto-reforzamiento” y de la
renovación política llevaron a nuestros ancestros a preguntarse
acerca de la posibilidad de que una eventual “enfermedad cultural”
habría azotado nuestro país. Este cuestionamiento dio lugar, tras
el Movimiento del 4 de Mayo a finales de los años 1910, a la
corriente que exaltaba “la ciencia y la democracia”. No obstante,
esta tentativa fracasará también bajo la represión de los señores
de la guerra y la invasión japonesa (a partir de 1931 en Manchuria)
provocando una crisis nacional. La victoria sobre Japón, en 1945,
dará una nueva oportunidad a China de evolucionar hacia un gobierno
moderno, pero la victoria comunista sobre los nacionalistas, durante
la guerra civil hundirá a China en el totalitarismo. La “nueva
China” nacida en 1949 proclamará que “el pueblo es soberano”,
pero instaurará un sistema en el que es el Partido quien disfruta de
toda potestad.
El
Partido Comunista chino tomó el control de todos los órganos del
Estado, todos los recursos económicos, políticos y sociales del
país, y provocó una larga sucesión de desastres en el plano de los
derechos del hombre, incluyendo la “Campaña Anti- derechistas”
(1957), el “Gran Salto Adelante” (1958-1960), la “Revolución
Cultural” (1966-1969), la “Masacre del 4 de Junio (sucesos en la
Plaza de Tiananmen)” (1989), así como la represión actual de
todas las religiones no autorizadas, la supresión del movimiento
“Weiquan” (movimiento de defensa de los derechos cívicos, tal y
como se enuncian en la constitución china y en el Protocolo de la
ONU firmada por el gobierno chino).
Durante
todo este periodo, el pueblo chino pagó un precio colosal. Decenas
de millones de personas perdieron sus vidas, y muchas generaciones
vieron su libertad, su felicidad, su dignidad humana cruelmente
aplastadas bajo sus pies. A lo largo de los dos últimos decenios
del siglo XX, la política de “reforma y apertura” del gobierno
alivió al pueblo de los efectos de la pobreza y del totalitarismo de
la época de Mao Zedong, y tuvo por efecto mejorar el nivel de
riqueza y las condiciones de vida de muchos chinos, así como el
restablecimento parcial de la libertad económica y de los derechos
económicos.
La
sociedad civil empezó a desarrollarse y los llamamientos en favor de
más derechos y libertades políticas se multiplicaron igualmente.
Aunque la élite en el poder operó un deslizamiento hacia la
propiedad personal y la economía de mercado, progresivamente fue
mutando, pasando a un rechazo absoluto de todo “derecho” al
reconocimiento parcial de los mismos.
En
1988, el gobierno chino firmó dos importantes pactos internacionales
sobre los derechos del hombre. En 2004 enmendó la Constitución para
incluir en ella la frase “respetar y proteger los derechos del
hombre”. Y este año, en 2008, se comprometió a promover un “plan
nacional de acción en favor de los derechos del hombre”.
Desgraciadamente,
la mayor parte de estos progresos políticos no fueron más allá del
papel en el que estaban escritos. La realidad, a simple vista, es que
China tiene numerosas leyes pero no un Estado de Derecho, tiene una
Constitución pero no un gobierno constitucional. La élite al mando
continua aferrada a su poder autoritario y rechaza toda evolución
hacia cambios políticos.
El
resultado es una corrupción oficial endémica, un debilitamiento de
todo el Estado de derecho, de los derechos del hombre, siempre
frágiles, el hundimiento de toda ética pública, un capitalismo de
favoritismo, de crecientes desigualdades entre ricos y pobres, el
saqueo de los recursos naturales, así como del patrimonio histórico
y humano, y la exacerbación de una larga lista de conflictos
sociales, incluyendo, en el último periodo, una animosidad creciente
entre la gente común y las autoridades.
Aunque
estos conflictos y crisis ganan en intensidad, aunque la élite en el
poder continúe aplastando y pisoteando con toda impunidad el derecho
de los ciudadanos a la libertad, a la propiedad personal, a la
búsqueda de la felicidad, asistimos a una radicalización de quien
no tiene poder en el seno de la sociedad: los grupos vulnerables, los
grupos que fueron reprimidos, que sufrieron cruelmente, incluyendo la
tortura y que no tienen ningún espacio para protestar, ningún
tribunal para que sus quejas sean escuchadas.
Estos
grupos son cada vez más militantes y dejan entrever la posibilidad
de un conflicto violento que puede llegar a tomar proporciones
desastrosas. El declive del sistema actual alcanzó un nivel en el
que el cambio ya no puede ser más que una simple opción.
(seguiré)
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