
Siguiendo con peripecias de observación, comentaría hoy aquí una verdad que a nadie se le ocurre pero que sucede: LA GENTE ROBA LIBROS EN LAS PRESENTACIONES. Aún recuerdo como si fuera ayer cuando en la presentación de la
retaila de Isidora Ediciones en el Círculo de Lectores de
Madrid, justo antes del acto vinieron tres hombres muy bien vestidos a pedirme
que les regalase libros. ¡Ostrasss Pedrín! Esto suelen hacerlo mucho colegas entraditos en años que se ve se han vuelto de la virgen del puño a pesar de sus peculios. Me dije a mi misma y a continuación
hablé:
-Bueno...ejem
(tosecilla seca) ya veremos al final,
pero al menos se quedarán al acto ¿no?. No se quedaron y en cuanto me enfrasqué sobre la mesa de presentación, pues choricearon lo suyo y se las llevaron, al menos dos ejemplares de cada, osea, a 22 euros, pues eso.
Lo más
surrealista fue cuando tuve que contemplar a una señora que sentada justo
detrás de mi colega francesa Claire Nicolle Robin, sacó de su bolso un bote de
crema y se puso a untarse tranquilamente el susodicho ungüento por toda su faz.
Le faltó –en mi opinión-ponerse una mascarilla o depilarse a la cera el bigote
con tirón y grito incluido.
La susodicha
al final del acto, robó libros, algunos de ellos la verdad me salieron muy
caros. Quiero decir que los editores a veces tenemos libros de ediciones que
han sido muy numerosas (tiradas de 5.000) y nos sobran o que tienen algún
invisible -para la mayoría pequeñísimo defecto- que podemos regalar, pero por
el contrario hay otros libros que si se regalan –en este caso mucho peor al ser
robados- son pérdidas de 20 euros por libro, en mi caso. Digo peor, porque
encima ni te das el gusto de quedar bien con alguien, o de recompensarle por
algo, o simplemente porque yo soy imbécil y me gusta regalar, punto.
Ahora ya me he vuelto más radical en algunos aspectos de mi vida y creo que no hay que regalar libros. Punto.
Si alguien
tiene interés, puedo explicar estas diferencias en las ediciones, impresiones
(tradicional, impresión digital, tiradas minor, tiradas múltiple etc) para otro
artículo y cómo uno se complica la vida en estas cosas que creo son genéticas o
por vicio –se diría- pues el hacer y escribir libros es como una enfermedad,
uno acaba más pallá que pacá.
No me apercibí
del tema, -digo la del robo de la mamerta- a pesar de que esto me ha sucedido
en muchas ocasiones, de hecho, durante el último Congreso de Galdós en Las
Palmas, también fueron robados de la mesa de Isidora Ediciones una docena de libros, de los caros. Ediciones únicas que estaban de exposición y demás. ¡Jopetas! Por
qué no van a Planeta a robar, ¡rediós!
De seguir así,
cierro el chiringuito, o tendremos que contratar en lugar de músicos, y
ponentes y escritores, una legión de policías secretas. Es triste y muy poco
solidario, aunque entre nos, tengo que decir que si alguno de esos ladrones de
verdad no tiene dinero, en realidad, lo comprendo y doy por bien servida la
cosa del robo, porque son caros, todos los libros en general son muy caros y lo
dice una editora. Eso sí, estos mangantes, al menos, se podían pagar unas cañas
o algún abrazo extra cuando manguen algo. Yo, cuando tengo que poner el precio
para el ISBN de un nuevo libro me lo pienso mucho, tanto, que siempre me pillo
los dedos, luego entre las comisiones de unos y de otros no saco ni para pipas.
Yo lo haría a la cubana pero superándoles, claro: ediciones y libros buenos –de
buena presencia- para los locos del tocho y que cuesten relativamente poco al
personal. Un lector que lea un texto por semana a 22 euros cada libro, pues es
un presupuesto. Un lector medio, puede leer cuatro libros o cinco al mes. ¡Una
pasta! Las novedades recientes no están asequibles en las Bibliotecas. De modo
que a pesar de ser una servidora enormemente perjudicada cada vez que pongo una
mesa con los libros de mi editorial, casi que lo comprendo perfectamente porque
me pongo muy contenta cuando me regalan uno –aunque lo haya escrito yo misma
para otra editorial- y no lo tengo que comprar, -ratilla la chica-. Cuando
entro a visitar a algún librero y me obsequia con algún tochillo, ¡me ha
arreglado el día!. De la misma manera, compro muchos libros, algunos luego no
me sirven, pero por pura honestidad y orgullo torero, no lo devuelvo, por eso
también conservo esos amigos libreros, porque no tengo el morrazo de irme a sus
librerías –lo podría hacer perfectamente- a leerme los índices y demás y
trillar y trillando, para al final no comprarles na.
Me suele encantar cuando voy a la imprenta y me regalan libros para que de mi opinión, ¡ mola mazo! Bueno suelen pagarnos por leer algo de otro, peor también me gusta leer cuando me piden opinión y son amigos. Voy recotenta a mi casa con esos libritos que me da Cristina de Safekat.
A ellos
también les roban y lo pasamos bomba hablando de lo que se vende y no se vende,
de los buenos textos y de los malos...del perfil de robador, en fin, de los
ladrones de libros poco se dice, algunos pasan los 70 años, que manda huevos,
pero claro, uno no sabe las vueltas que da la vida y lo mismo me veo yo de
anciana choriceando por ahí en presentaciones y congresos, libros por doquier y
acabar presa en cualquier comisaría por choriza y gorrona, ¡pues bueno!. Con el tiempo,
espero que se profesionalicen, y que no les vea yo, que es un palo identificar
al robador porque casi siempre les pillo, y les dejo, incapaz yo de decirle a
nadie que no me robe libros. De momento he visto que los libreros son ya una
generación a extinguir, será en el futuro una distinción de clases, seguro, pero ya hablaremos de esto. Saludos.
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