
En la última carta que
S. Pablo escribió a Timoteo, deja evidente sus intenciones y metas a seguir, poco
antes de su muerte, y que dice así: "He peleado la buena batalla, he
acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está guardada la corona
de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a
mí, sino también a todos los que aman su venida."
Nadie que acepte esta
narración dudará por un momento de esta afirmación que Pablo hizo, como él
sabía, poco antes que partiese de este mundo. Aunque en un tiempo, él, según su
propia palabra, persiguió a la
Iglesia de Dios y la asoló, sin embargo, después de abrazar
la fe, no cesó en su labor de extender las gloriosas nuevas; y como fiel
soldado, cuando fue llamado a dar su vida por la causa que había abrazado, la
dio, como él dice, con la seguridad de recibir una corona eterna. Si seguimos
la obra de este apóstol desde el día de su conversión hasta el momento de su
muerte, veremos un buen ejemplo de la diligencia y paciencia en la promulgación
del evangelio de Cristo. Escarnecido, azotado y apedreado, no bien se libraba
de las manos de sus perseguidores, cuando se ponía a proclamar con el mismo
celo la doctrina del Salvador.
Todos saben que no
abrazó la fe por los honores de esta vida, ni para ganar cosas terrenales.
¿Qué, pues, fue lo que lo indujo a soportar tanta congoja? Fue, como dijo, a
fin de que recibiese de las manos de Dios la corona de justicia. Se podría
decir que nadie dudará de la fidelidad de Pablo hasta el fin. ¿Y qué iba a
recibir? Una corona de justicia. ¿Y qué recibirán los otros que no obran
fielmente y permanecen hasta el fin? Pablo basaba su esperanza en Cristo,
porque había guardado la fe y amaba su venida, y había recibido la promesa de
recibir de su mano una corona de justicia" .
Timoteo era hijo de un
griego y de una devota judía, Eunice (Hechos 16:1; 2 Timoteo 1:5). Vivió en Listra
o en Derbe, donde fue convertido por Pablo cuando éste realizaba su primer
viaje misional. Mientras completaba el segundo viaje misional, Pablo llevó a
Timoteo como su secretario y compañero (Hechos 16:1-4; 1 Tesalonicenses 3:2),
después de ordenarlo y circuncidarlo para complacer a los judíos (2 Timoteo
1:6; Hechos 16:3).
Timoteo permaneció con
Silas en Berea después que Pablo fue obligado a huir de la ciudad (Hechos
17:14). Poco después se unió a Pablo en Corinto (Hechos 18:1, 5).
Posteriormente Timoteo fue enviado de nuevo a Corinto para tratar de resolver
los desórdenes ocurridos en la iglesia y allí trabajó hasta que Tito tomó su
lugar (1 Tesalonicenses 3:6; Hechos 19:22; 1 Corintios 4:17; 16:11; 2 Corintios
7:6, 13;8:6, 16, 23; 12:18).
Después de ayudar a
organizar una colecta para la iglesia en Jerusalén, acompañó a Pablo hasta
Troas, aunque no es seguro que haya seguido hasta Jerusalén (Hechos 20:4-6). Ni
tampoco hay señales de que estuviera con Pablo en Roma durante el primer
encarcelamiento de éste. Lo que se sabe es que Timoteo estaba con Pablo cuando
se escribieron las epístolas a los filipenses, colosenses y Filemón. No se
dispone de más información en cuanto a los viajes de Timoteo.
Haciendo referencia a
Timoteo y llamándolo de joven (1 Timoteo 1:3), Pablo lo considera capaz y
soldado amado de Cristo. En las epístolas de Pablo a Timoteo, el apóstol apoya,
anima y exhorta a Timoteo para que permanezca firme en la fe a pesar de la
oposición por parte de los miembros licenciosos y judaizantes y de los paganos
que no eran miembros. La última referencia a Timoteo en el Nuevo Testamento
alude a su liberación de una prisión romana donde debe haber permanecido
durante los últimos días de la vida de Pablo. (Hebreos 13:23.)
Tito, un converso
griego convertido por Pablo (Tito 1:4), y cuyos padres probablemente eran
gentiles (Gálatas 2:3), fue uno de los primeros compañeros de Pablo en la obra
del ministerio (2 Corintios 8:23). Tito acompañó a Pablo desde Antioquía a
Jerusalén, donde los judaizantes querían hacerlo circuncidar y donde los
dirigentes de la iglesia determinaron no requerir que se sometiese al ritual
mosaico (Hechos 15:2, 23-29; Gálatas 2:1, 3). Cuando Tito fue enviado a ocupar
el lugar de Timoteo en Corinto (1 Corintios 4:17; 16:10), sus medidas
conciliatorias tuvieron éxito y la paz fue restaurada (2 Corintios 7:5-15).
Posteriormente, sin duda por causa de su influencia entre los santos de
Corinto, Pablo envió nuevamente a Tito a visitar Corinto para completar una
colecta para los miembros de la iglesia en Jerusalén (2 Corintios 8:6-16).
Luego, fue asignado a trabajar en Creta hasta que fue llamado a encontrarse con
Pablo (Tito 1:4, 5). La tradición sostiene que era el obispo de Creta y que
efectuó labores misionales en Dalmacia, la cual ahora es parte de Yugoeslavia
(2 Timoteo 4:10). Se considera que estuvo en Roma durante el último
confinamiento de Pablo.
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