Todo ser humano busca la felicidad de forma
intuitiva, como
si fuese ésta la única panacea, el único estado de virtud, la única relación
que tenemos con la vida misma y con nuestra realidad. No es así. La vida, aún
no siendo sagrada, que no lo es, ofrece estados y momentos que nos dan cierta
alegría, al menos si se piensa, la vida, con su aliento nos resulta
reconfortante, aunque solo sea por el hecho de poder respirar. Nos reconforta
porque sabemos que hay vida en nosotros y que podemos compartirla con nosotros
mismos, es decir, el yo con el yo, pero además podemos compartirlo con todo lo
que nos rodea, con la Naturaleza especialmente. Sobre todo lo que entendemos como “felicidad por amor” nos la da muchas veces el
concepto de amor unido a la capacidad de poder saber cuando estamos sobre lo
justo o no, cuando los sentimientos que tenemos de amor o de odio son justos,
tanto los de amor como
los de odio. El amor, puede ser justo o injusto, puede tener justificación, o
puede existir en si mismo porque sí o simplemente puede ser, sobre todo si sabemos que aquello que amamos es justo,
tendremos como recompensa un amor justo, tranquilo, un sentimiento fuerte de
autoaceptación de esa situación. Cuando amamos algo sin saber por qué u odiamos
sin saber por qué, es porque lo hemos aprehendido, probablemente así, algo es
bueno o malo, pero no por nuestra propia deducción que en el fondo es la que
deberíamos de buscar. Los hay que justifican su sentir solo por el placer de
sentir, es bueno o malo por el placer de sentir su maldad o su bondad, amor u
odio por su propio placer, insisto, y no como el desarrollo de una actitud
subsconsciente e interior que nos lleva a decidir, bueno o malo, justamente.
Por ejemplo los hedonistas o los eudemonistas,
cuyo principal representante fue HAristótelesH,
proliferan hoy en nuestra sociedad impulsando juicios de una frivolidad
suprema, sin reparar, sin tener en cuenta lo que esos conceptos filosóficos
tuvieron en su momento. Placer por placer. Tiene como característica común ser
una justificación de todo aquello que sirve para alcanzar la HfelicidadH. Se ha
considerado eudemonismo, al HhedonismoH, la Hdoctrina
estoicaH, así como también al HutilitarismoH. Todas
estas doctrinas basan sus normas morales en la realización plena de la HfelicidadH,
entendida como estado de plenitud y armonía del HalmaH,
diferente del HplacerH y
pudiéndose presentar ésta de forma personal, como en HDemócritoH, HSócratesH, HAristótelesH, HArístipoH y la Hescuela
cirenaicaH, el HestoicismoH o el HneoplatonismoH, o bien
de forma colectiva, como se estableció a partir de HDavid HumeH. Pero esta búsqueda de la felicidad plena como un estado no es útil
en nuestra sociedad, es un concepto ocioso. La felicidad dada por el placer de
lo fácil no es una sólida felicidad, aunque sustituye bastante la idea o imagen
que de ella tenemos. Entre los eudemonistas cabe destacar a HAristótelesH que fue
uno de los primeros en plantear esta idea y el más importante de entre los
eudemonistas que afirmaban que para llegar a la HfelicidadH hay que
actuar de manera natural. Es decir, con una parte animal (bienes físicos y
materiales), una parte racional (cultivando nuestra HmenteH) y una
parte social, que se concretaría en practicar la HvirtudH, que
según Aristóteles se situaba en el punto medio entre dos pasiones opuestas. Los
seguidores de esta teoría ética afirmaban que no se puede ser siempre plenamente feliz y en esto estamos completamente de
acuerdo porque el hombre necesita los contrarios para poder respetar el estado
de felicidad o de armonía plena, preparándose de esa manera para poder comprender
todos los sentimientos característicos de la humanidad, de nuestro paso por la
tierra como seres de carne y hueso. Equilibrio. El creyente por contrapunto,
sabe, conoce probablemente por experiencia, una experiencia insólita o aislada
que la felicidad en su plenitud estará probablemente en otra vida, tal y como
siglos más tarde que Aristóteles, Tomás de
AquinoH afirmaría que se puede llegar a esa
felicidad plena y total, pero después de vivir esta vida, ya que en este mundo
sólo existe felicidad relativa. Para los
eudemonistas el placer es un complemento de la felicidad, siendo esta
manera de deducir carente por completo del
concepto por ejemplo ético y moral que nos da el saber cuando nuestros
sentimientos obedecen a amar u odiar lo justo. Dicho de otra manera seríamos
felices en la manera en que lo que hacemos es
justo y honesto y no con
sustitutivos de la felicidad, con fuentes de placer liberadas de ética o de moral.
Si el bien es aquello que nos hace felices y la felicidad es el aumento de
nuestras fuerzas para obrar, cabría señalar que la felicidad será justa en la
medida que seamos justos y verdaderos. La felicidad, la mayoría de las veces se
relaciona con nuestro estado de consciencia y este a su vez con la verdad, con
la justicia, pero sobre todo con la capacidad de poder sentir lo que es justo y
verdad. ¿Quién y por qué tiene esa
capacidad? Es aquí donde entra en juego el espíritu de la persona o su nivel
ético que procura el discernimiento espiritual según sus categorías de
honestidad. La limpieza del alma, la elevación o pureza del alma de cada
persona, deducimos que se dará según la capacidad que esa persona tenga de
pureza o autoexigencia de las cosas, de la autojusticia o de la autoverdad. De tal manera que si
nuestra alma, su estado provocado por el espíritu, no exige nada, no exige
ninguna búsqueda, su felicidad vendrá dada por otro camino más materialista,
dicho esto en el auténtico sentido que la palabra tiene, negando la existencia
de un Ser Superior. La felicidad en
este caso posiblemente vendrá dada por la búsqueda de otros anhelos
“materiales” “terrenales” o “humanos”. En otras ocasiones –es obligado poderlo
decir- la felicidad viene dada por el desarrollo de hacer o ejercitar lo que
verdaderamente nos gusta con independencia total de si hacerlo nos dará o no
nos dará beneficios. Es la acción de hacer, lo que da la alegría, no la de recibir aunque sería poco sincero decir
que no queremos recibir amor o no queremos recibir caricias. ¿Con qué cosas
somos felices? ¿Con mi butaca? En realidad puedo ser “feliz” con muy poco y de
ese poco con bastante menos, solo depende del contexto en que nos encontremos. En la
medida que nuestras fuerzas aumenten para poder hacer, mayor será nuestra felicidad. Y así se puede explicar el sentido de
nuestra vida, del por qué estamos aquí y cada ser humano debe buscar el suyo
propio y los demás deberían de respetarlo.La felicidad puede
consistir –y para algunas personas vemos que así es- en el simple hecho activo
de hacer, de dar a los otros, de crear para los demás sin tener que entrar en
el juego del intercambio obligatorio de tener que recibir algo a cambio. Se tiene armonía cuando se hace algo en la vida importante, no por
la gloria del
mundo, sino por la gloria personal de tener algo que dar a los otros. Cuando en
ocasiones la persona sufre la decepción por parte de su entorno, es un hecho
completamente lógico si bien se mira ¿por qué? Porque
cuando actuamos raramente recibiremos de los demás lo que pensamos que tenemos
que recibir, no hay que pensar en recibir nada y si hay traición tampoco debe de
importar. La traición es solo para el traidor, nunca para el
traicionado que vive para siempre en armonía con su ética y su moral, acorde a
sus principios de honorabilidad. Nunca he mirado
hacia aquellos que me han traicionado y siempre he sabido que su suerte sería
mucho peor que la mía. Cuando rara vez con el tiempo me he
reencontrado con alguno de los que me traicionaron en su momento y me he parado
en mirarlos, siempre he estado por encima, en un lugar mucho más alto que ni
siquiera me he impuesto yo, lo impone la circunstancia: un traidor no puede ir
a ninguna parte ni mirar de frente. Hacer
y dar por tanto se debe de hacer para satisfacción personal y sin que
nuestra mano derecha sepa lo que hace la izquierda. Al final de nuestra vida
tendremos una cosecha de acciones verdaderamente importante, no tanto de
objetos materiales y no tanto de la efímera fama y prestigio social que tan
voluble puede llegar a ser, tendremos una cosecha de obras imperecederas que sí nos darán felicidad.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Lee y piensa: samaritano o fariseo ¿qué eres?
samaritanos, fariseos...
Los libros sagrados siempre me han interesado en grado extremo y es por ello que mis reflexiones sobre la vida alcanzan también a una de la...
-
Los Calcetines traidores Imagino que no seré la única que tiene problemas con esos elementos inventados para abrigar, embellecer o protege...
-
En su cuarto viaje a Jerusalén, los judíos promovieron contra él una fuerte persecución y estuvieron a punto de darle una paliza. Los s...
-
San Pablo y Bernabé fueron elegidos por el espíritu santo para evangelizar a los gentiles, mientras que otros lo hicieron con algunas c...
-
A manera de resumen podríamos decir que este segundo viaje Pablo lo hiz...
-
Judas Iscariote: el hombre más juzgado Rosa Amor del Olmo ...
-
El amor no existe, quiero decir que el amor entendido como algo corpóreo no existe, globalmente es un estado interno de la persona, es un co...
-
Los libros sagrados siempre me han interesado en grado extremo y es por ello que mis reflexiones sobre la vida alcanzan también a una de la...
-
El tercer viaje lo hizo del año 53 al 56. En este viaje lo más importante fue que en la ciudad de Efeso en la cual estuvo por bastantes ...
-
Descartes determina toda la filosofía del siglo XVII en el Continente. Su influencia aparece visible, no solo en sus discípulos y seguidor...
No hay comentarios:
Publicar un comentario