Como se suele
decir “no se ven igual los toros desde la barrera”, ¿por qué?, pues el asunto
es bien claro y reflexiono en torno a este tema por lo siguiente. Como voy y vengo aquí (España) y Francia pues relato una corta experiencia no hace mucho que estuve por Madrid para presentar y firmar algunos libros en diversos actos
programados en el conocido Círculo de Lectores. La verdad es que estaba yo
tocada en cierta manera -si se compara con el ultimo día de clase- al ver en
casa de mi hermana a mi sobrina Marina cómo jugaba feliz, cuando por su
cumpleaños le habían regalado los carísimos muñecos llamados Nenuco Escuela.
Bien, la cuestión tiene su gracia al ver –digo- a mi preciosa sobrina de 6 años
cómo se disponía a dar clase magistralmente –claro, Ella da clases magistrales otra cosa no merece la pena- delante de
todos sus muñecos muy bien vestidos cuyos lápices y ojos petrificados quedaban
delante de Ella, inmóviles, con sus
pizarras, y a Ella no le importaba
nada. Marina no se fijaba, no prestaba atención a lo que sus alumnos decían o
hacían: es que ¨"son muñecos", diríamos los adultos. La cuestión
es que Marina era feliz con su discurso de matemáticas, de dos más
dos, de vocales, de caligrafía, hacía cumplidamente los deberes de sus muñecos,
respondía en varias voces a las preguntas que Ella misma formulaba al espacio de su habitación sin que nadie en
apariencia respondiera, pintaba en diversas letras, notas, que según Ella decía, tomaban sus disciplinados y
silenciosos alumnos...en fin, jugaba y jugaba, daba rienda suelta a su
imaginación al tiempo que desarrollaba una profesión: la de ejercer un discurso
delante de un público y algo más, era pedagoga, jugaba en definitiva a ser una
profesora compartiendo unos conocimientos con unos seres que estaban allí para
participar, comprender y aprender lo que Ella
decía.
Estas cosas
sabemos que hoy han cambiado y que la realidad es muy otra.
Hoy son pocos lo que tienen el privilegio de jugar como antes ¿verdad? Hoy, la infancia es otra, como los maestros, los profesores y los alumnos...con qué poco respeto se dirigen a sus esforzados profes.
Esos muñecos
caros, muy ricos que colocadísimos, limpios y respetuosos escuchaban a su seño,
me hicieron pensar que eso estaba muy bien y que en realidad cuando estamos
delante de una clase de cincuenta alumnos donde nos sentimos loroparlador
porque nadie responde a las cuestiones que a la sazón planteamos, porque hacen putocaso o
donde sabemos positivamente que los estudiantes no se están enterando de nada
(tanto peor) porque están dispersos, pues que no importa, que no pasa nada, no
hay que frustrarse si ningún objetivo o finalidad se cumple.
Yo prefiero como
Marina los Nenuco Escuela, porque así practico y doy rienda suelta a
mi conocimiento, a mi oralidad y mi práctica hedonista y creo que no me debería
importar tanto si los estudiantes en verdad se han enterado de lo que yo digo,
porque en realidad adoro monologar, adoro el discurso casi casi solitario y me
gusta mucho la profesión, se debe disfrutar contando cosas, solemos decir los
de filosofía. Quizás, eso sí, si estudiaran un poco y no quisieran una vida tan
fácil se enterarían mejor y pasaríamos del monólogo al diálogo, pero en fin,
¡no se puede tener todo en la vida! ¡Viva los Nenuco Escuela! Muñecos
muy ricos, que nos permiten ir y venir con la infancia y la vida de adulto. Ah!
Y gracias, Marina, tú si que eres y serás, sabia.
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