El éxito en la vida –si partimos de que todos los humanos
han sentido alguna vez o muchas veces el sentimiento trágico de la angustia-
estriba en cómo y de qué maneras el hombre puede vencer lo trágico, en cómo lo
canaliza en su vida, qué formas tiene de afrontar la propia vida no en los
momentos de felicidad sino en lo contrario, en los momentos de angustia. Según
cómo el hombre vence sus obstáculos habrá cumplido con uno de los propósitos de
la vida que es -teniendo en cuenta que “venimos” con una serie de elementos
preconcebidos- elevarse por encima de si mismo y crear otra persona que no está
dominada por esos inconvenientes, por tanto, dicha persona, disfrutará de la
vida en el sentido más amplio que esta tiene porque irá solventando sus
dificultades, utilizando los mecanismos de esa nueva persona que ha creado, es
decir su inteligencia. De esta manera parece que el ser humano se divide en
dos, uno es el que vive con “los problemas que por herencia trae y por sus circunstancias
en los primeros años de vida, por su entorno y el otro, su desdoblamiento que
es el ser humano que creamos nosotros venciendo esa serie de dificultades que
traemos a la vida y que logramos perfeccionar hasta el final de nuestras
vidas”. Un yo escindido en dos el yo
natural y el yo nuevo que
elaboramos fruto de nuestro progreso en la tierra. El yo natural es el que está
más cerca del hombre que traemos, de sus pasiones, de sus angustias, de la
tragedia del vivir del oscurantismo del pensamiento y de las emociones nefastas
que produce la imaginación.
Vencer ese hombre natural que produce la mayoría de
las veces felicidad ficticia a cambio de algo, alegrías momentáneas y cortos
placeres es el que a menudo se encarga de destruir, somos nosotros mismos
quienes nos autodestruimos, porque ese yo natural y primario es quien se
encarga celosamente de envenenar nuestra mente, nuestro cuerpo –la imagen
física que tenemos de nuestro yo- y se ocupa directamente de impedir que
florezca el yo vencedor, ese que se cultiva que es capaz de generar bien, que
es capaz de hacer cosas como rectificar, aprender, olvidar, perdonar, retener,
memorizar, engrandecer...construir en definitiva. Si nuestro yo natural es
destructor y no deja que el yo nuevo salga y crezca, entonces nos encontraremos
en una existencia verdaderamente terrible en la que el yo natural puede llegar
a hacer que odiemos el nuevo yo provocando su eliminación, es decir,
invocándonos al suicidio. Por que ¿quién se suicidaría en el caso de un
suicida? Parece obvio que es el yo
natural quien ha vencido sobre el
nuevo intentando eliminarlo, consiguiéndolo en definitiva. Pero también
debería de ser evidente que de todo lo “que traemos” no todo es “negativo”, lo
que quiero decir es que para algunos, se puede dar el caso de que en su persona
sea más fuerte el yo nuevo que el natural,
solo que no ha puesto en funcionamiento correctamente su albedrío porque no
llega a dejar espacio para la felicidad y el gozo. Para muchos su yo natural es excelente y con la vida, con
el paso del tiempo y de su aprendizaje este ser, este yo que venía con unas
condiciones de éxito asegurado se va retorciendo, volviéndose mezquino, en
ocasiones verdaderamente un traidor de si mismo. Aquel que llega a entender esa
situación tiene ganas de perder la vida por el no dominio de si mismo y por no
aprovechar lo que su yo natural le había ofrecido gentilmente, obteniendo ese
devenir de la angustia hasta que la elimina de si mismo dominando de nuevo –el
que lo consigue- su yo nuevo, creciendo, en definitiva.
El hombre lucha por
tanto consigo mismo desde que viene al mundo o quizás desde antes. La victoria
de esa lucha será la gloria eterna de haber creado o mejorado a través de su
existencia, su persona. Si el hombre es verdad que viene a la tierra con una
capacidad de elegir, choix libre o
libre albedrío –aunque convengamos que en la vida no todo es elección pero casi
todo- dependerá solo de él de las decisiones que elija hacer en su vida las que
determinarán su engrandecimiento hacia algo grande o hacia todo lo contrario,
hacia la deformación de si mismo. Esto sucede –y seguro que el lector tendrá
donde acordarse en forma ejemplificadora de esto que decimos- cuando
encontramos al hombre que no ha podido superar las pruebas o las elecciones que
la vida le ha brindado, su carácter ha cambiado, su amargura es mayor, su
soledad y aislamiento son enormes, su angustia por tanto ha crecido mucho más,
quizás porque no ha tenido los medios de poder vencer en su lucha por la vida y
por su existencia. La vida, pone zancadillas con frecuencia cuando menos lo
esperamos, estos son los agentes externos que tanto influyen sobre la
existencia. Existir, no es estar
simplemente, existir es ser, siendo
alguien activo, productivo con su propia vida y con la de los demás, con el tu.
Querer vivir no es simplemente estar en el mundo.
Pero la mayoría de las veces se siente angustia, no
porque la traigamos del otro mundo, como digo eso es una atrocidad, no creo que
un Padre envíe a su hijos predestinados a sufrir a ninguna parte. La angustia,
la inseguridad, el miedo…y otros sentimientos negativos del ser humano con los
que tiene que luchar, vienen la mayoría de las veces producidos por fuerzas
externas. Sin ánimo de intentar explicar que son los otros los que producen estas
situaciones a todas luces horribles para el ser humano, tiene su parte de
verdad.
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