
La teoría de la evolución sobre el orígen del hombre ha
sido a lo largo de estos últimos años un punto de controversia en el
pensamiento de las sociedades. Si la ciencia y sus fenómenos se relacionan con
Dios, igualmente se relacionará en qué momento el ser nace y cómo o cuando debe
partir. ¿No es acaso la medicina, la ciencia, el encierro del ser humano que se
ha vuelto contra el hombre? En la medida en la que médicos y científicos
trabajan para mejorar la salud, el estado o las enfermedades de los hombres, en
mayor medida se llega al momento en que a base de alargar y de perpetuar la
vida, logramos con ello el fracaso de la actuación de la naturaleza. Si no
hubiese intervención médica el hombre moriría en su momento, en el que le
concierne, en el que está previsto, pero con la existente actuación médica para
impedirlo, se alarga y a partir de ahí es cuando ese mismo hombre que en un
principio deseaba e imploraba ser salvado ahora demanda ser ayudado a morir.
Una contradicción. También para el ejecutor es complicado decidir cambiar una
situación que en un principio había sido una lucha contra una enfermedad, por
mucho tiempo, había trabajado para poder eliminar una dolencia y ahora descubre
–con perplejidad- que deberá eliminar de una vez y de forma instantánea no solo
la enfermedad sino también el hombre. Gracias a la medicina preventiva, no
obstante, hemos conseguido vivir más tiempo, con nuestras enfermedades
diagnosticadas a tiempo, puesto el remedio en acción, nos haremos muy longevos.
La ortotanasia, sería lo que más se acomoda a lo que
queremos reflexionar. De lo que no cabe ninguna duda es de que el Hombre
recurre al ropaje de la religión para poder explicar la inmensa Nada que hay a priori detrás de este
vida y las perspectivas –para el tema que nos ocupa- también serán diferentes.
El ser humano, egoísta por excelencia desea vivir bien por encima de todo,
gozar en proporción, y para ello, es evidente que los viejos, los incurables,
los deformes, los distintos, molestan y estorban en la sociedad actual. Aquí,
no hay quien viva.
Solamente si se tiene una perspectiva eterna de la vida
terrenal, podrá aceptarse la muerte. Son interesantes para mí, aquellos que
creen que venimos al mundo y que tenemos una vida a la cual debemos exprimir
todo lo posible y después nos moriremos sin más. Aquí se ha acabado todo.
Lógicamente para el creyente en algo superior y que además tiene fe, piensa,
sabe, que lo de después será mucho mejor que la triste vida que aquí acontece,
de modo que en realidad el hombre no tiene por qué tener miedo, ni tristeza, ni
desesperanza, porque aquellos que creen
que después será mejor, el ser humano podrá descansar de sus obras y pasará a
otra etapa, que siempre será mejor que esta. Si no hay miedo, hay valentía, hay
coraza protectora con la religión: Dios manda las cosas, dicen unos. Pero
sufrimos ¿por qué? Unas veces somos nosotros los que buscamos el problema,
otras veces nos afectan las decisiones de otros, otras veces es una causalidad
y una casualidad que se da para que las cosas sean de esa manera y no de otra,
sin que nadie pueda explicarlo. Así es. ¿Dios manda las pruebas? ¿Envía los
sufrimientos del Hombre? Sistemáticamente hacemos la misma pregunta ¿Por qué
Dios permite todo esto? ¿Un padre es responsable si su hijo se tropieza y se
cae porque está aprendiendo a andar? Pues por supuesto que no. Pero el Hombre
–cargado de su poder superior a todo- cree que va conquistando el poder de Dios
hasta que llega un punto en el que se ve desbordado: ese poder se vuelve contra
si mismo. La enfermedad es un gran ejemplo de ello.
Para el Hombre agnóstico debería de ser mucho más dificil
asumir la muerte programada, por la sencilla razón de que después no habrá
nada, solo la Nada.
En este sentido, al quedar la existencia colgada en el vacío,
la posibilidad de asirse a la vida parece que es en todo caso lo más razonable,
¿quién quiere acabar con algo que vive, con algo que existe, sobre todo cuando
ahí mismo en ese instante se termina y literalmente desapareces? Sin embargo,
parece que los comportamientos son contrarios, el creyente, se niega a partir
aun sabiendo que hay algo mejor, esperando hasta el último momento porque es
solo Dios quien tiene potestad para quitar o dar la vida, y el agnóstico,
quiere terminar cuanto antes con este trance.
Como sea, lo cierto es que si efectivamente Dios es el
único que tiene la potestad para quitar o dar la vida, ¿qué hace cuando entre
su hijo, en este caso el Hombre y él, osea la divinidad, se interpone la
ciencia? En ese caso, no es Dios quien decide el momento de morir o el momento
de vivir, no, al menos en las sociedades civilizadas. Dios ya no puede decidir
porque tendrá en medio, la actuación médica con sus consecuencias.
La profesión médica en su origen ha sido por así decirlo
un ejercicio de orden “sacerdotal”, lo que quiere decir que el médico ejercía
dicha profesión sin pensar en recibir asignación alguna de forma intensiva tal
y como lo podemos ver hoy. El médico era el “guru” de la sociedad y su forma
íntegra de ejercer su profesión lo convertía en un semidios, respetado por la
mayoría. Después se ha querido hacer de la profesión médica una ciencia en la
que todo debe ser exacto, calculado, brillante. Ha pasado el tiempo y los
médicos han comenzado a “cobrar” por sus servicios, a poner un precio por sus
intervenciones y a dejar de lado la parte altruista. Para muchos esto es lo
normal y tienen derecho. Es lo que sucede cuando los honorarios están de por
medio, cuando un paciente va a buscar a su médico y éste como ejerce una
profesión que es aleatoria en cuanto a los resultados médicos porque están en
manos de la providencia unas veces, del efecto de las medicinas otra, de los
efectos de la intervención médica o quirúrgica sin poder preveer los
resultados, como digo porque no es una ciencia exacta, sucede que ante el error
médico el paciente le reclama a su médico los mismos honorarios que éste le
cobró cuando le atendió. Es decir, una indemnización económica por una mala
actuación médica. Y cada cuál se pregunta ¿por qué los resultados de una
determinada actuación médica no son los que se habían previsto? Sencillo, como
venimos explicando porque la parte activa de la medicina es completamente
imprevisible aunque se pueda pensar a priori en unos resultados. Cuando la
intervención de un médico no es la acertada porque el paciente por ejemplo
fallece ¿qué es lo que se puede hacer? La función del médico es la de preservar
la vida, eliminar el dolor, dar al mundo y a la sociedad los métodos adecuados
para salvar a los demás, curar a sus enfermos y solo esa es la función del
médico. ¿Qué hace este cuando se encuentra ante la imposibilidad de sanar a su paciente
porque la enfermedad ha superado las expectativas pensadas como curación? Para
el médico no es ni mucho menos fácil poder decidir aunque sea éste el único que
pueda tener la potestad, él sabe cuando hay que reanimar a un enfermo que ha
sufrido una parada cardíaca, él sabe cuando hay que actuar y cuando no, ante la
vida de un ser humano. Muchas veces, éstos seres humanos sufren una dolencia de
por vida grave, precisamente por la actuación médica que de no haber existido
se podría haber evitado el incidente de perpetuar la vida, cuando momentos más
tarde, apenas segundos, y después de la
intervención médica, la persona doliente no lo querrá admitir porque
posiblemente no querría, no querrá que le perpetuen su vida. Querrá morir. La
persona quiere vivir, pero la persona quiere vivir bien, sin miedos, sin dolor,
sin desesperanza, atendiendo a que un día llegue la muerte, inevitable por otro
lado, pero sin que los demás tengan que decidir sobre qué hacer con nuestro
designio y futuro. La persona, hoy, no quiere sufrir más de lo “correcto”, es
decir, más de lo normal o más de lo que se pueda soportar. Hoy, el ser humano
en la sociedad tiene que ser perfecto porque dicha sociedad no admite los
errores y por mucho que se quiera nadie podrá escapar de ello.
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