Estos días he estado en idilio perpetuo con el silencio,
con la soledad con el hacia dentrao y el conocimiento de uno mismo, ¡qué
gusto da! aún consciente de no ser nada en la vida de nuestra sociedad, aun
teniendo un trabajo ímprobo, aun colaborando con la formación intelectual de
muchos estudiantes... Sabemos que eso no interesa, al menos los políticos no lo
enfrentan con naturalidad, los políticos siempre han tenido miedo a los
intelectuales, estas cosas no venden. Los así llamados trabajadores del
silencio que dan a los lectores lo mejor de la literatura no tienen derecho a
nada, yo misma he desafiado estas convenciones durante toda mi vida por
supuesto sin llegar a nada, por eso he decidido últimamente ser metástasis ser
personaje del personaje, he dicho.
Y es que en el fondo las palabras, las letras, algo
tienen de verdad, buscamos la verdad en un sentido más lírico que lógico en "unas
pocas palabras verdaderas" como dijo Antonio Machado de Gustavo Adolfo
Bécquer o en la poesía, un poema es un poema…de Huidobro. Como él, como
Bécquer, comprobamos que no toda su obra podía aspirar a ser sublime y donde
claramente se podían atisbar diferencias, por eso mismo se podría extractar lo
mejor de su proceso creativo.
La poesía o género lírico —no de
zarzuelas precisamente— es el que se ha prestado y se presta más y mejor,
gracias a su carácter unitario y breve, a la transmisión en forma manuscrita, y
no solo a ello sino a la transmisión oral, también. Porqué no hablaran en verso
los periodistas?. ¡Horror! Escucho un ruido infernal que me acaba de
desconcentrar y dar al traste con la inspiración, es un ruido que ha ahorcado a
la musa que ahora se encontraba aquí, dándome calorcito. Me levanto y... ¡qué
va a ser sino la olla exprés que yace olvidada en la vitrocerámica! Los textos
nacen del subconsciente y ya que me levanto a apagar la maldita olla, abro una
barra de pan exactamente por el medio y, ¡sorpresa!, un lado es mucho más
grande que el otro, por lo que llego a la conclusión de que las barras de pan
también son mutantes como los poemas, como los versos sueltos, como tú mismo.
Por lo que parece que esto debe ser estar en la realidad, a saber, que cuando
uno está en lo mejor de sí mismo, creando, incurren en tal proceso hábitos
cotidianos, absurdos que le machacan a uno la vida y la propia creación, no me
extraña que los escritores digamos tonterías las mayoría de las veces, como Javier
Marías. Por cierto, aunque digas absurdidades por lo cotidiano de la escritura,
vas muy bien encaminado y te admiro bastante después de todo, aunque digas que
los concursos para escritores no sirven de nada, ¿y cómo se forja una carrera
de novelista si no es con los malditos concursos? Por cierto tú tienes algún
premio? Y perro? Yo, sí tengo perro.
Hoy he soñado que tenía un pene enormemente descomunal
bajo mi falda y que haciendo la postura gimnástica conocida como "el
clavo" éste crecía más y más... En fin... Sigo, a ver si es posible que
termine esta absurda exposición de ideas para mandársela a este editor virtual
que es el Blog, después de haberme levantado a la nevera doscientas veces doce.
Bueno, digo que en la tradición literaria, la lírica ha sido y es la que más y
mejor se presta a las antologías, recopilaciones y colecciones que esto ya
viene de maricastaño antaño. ¡Otro bocata que me endilgo! Los criterios,
ningunos. En general y ya más bien en el XVII, los aficionados a los versos
iban constituyendo pacientemente antologías manuscritas con aquellas
composiciones que se acomodaban a sus gustos. Estos cartapacios, a
menudo llevaban el título de Poesías varias o Diferentes poesías y
gracias a ellos es posible reconstruir buena parte de la poesía de aquellos
siglos. El gusto o criterio del compilador es el que hace que estas compilaciones
varíen, si bien se puede observar en estas colecciones un gran "espíritu
de época" que permite distinguir por sus contenidos las fechas de
compilación, aunque, por lo general, acostumbran a mantener una cierta
distribución de las obras por grupos temáticos o métrico-temáticos, formando
pequeños núcleos con piezas de un mismo autor. Puede haber en ellas un cierto
color de grupo poético local, pero en general no era la norma. Es verdad que
los cancioneros individuales también existían por aquellos años, pero tuvieron
en su momento escasa difusión. En cuanto a estos cancioneros colectivos la
cuestión más palpitante es la de las atribuciones fidedignas, que en esto la
prudencia es la mejor consejera crítica a la hora de atribuir un determinado
soneto a un autor, pues con la costumbre de escribir el nombre de éste en el
poema que inicia la serie y después escribir en los restantes Otro del
mismo, se generan serios problemas. Sobre todo, si se pierde el folio que
trae el nombre del autor o bien se lo salta el copista, pues, entonces, esos
poemas pasan directamente al autor anterior. Y ahora ¡váyase usted a saber! No
obstante, existen cancioneros individuales movidos por el afán de dejar, por
parte de los poetas, un testimonio fiel de su paso por el mundo poético, aquí
en la tierra. Siempre como se puede comprobar la ansiada inmortalidad, presente
en el hecho creativo quizás de manera inconsciente, sino que se lo digan a
Blecua.
Los místicos eran los que mayor suerte corrían en este
sentido, además de tener emocionantes experiencias personales y poca vida
cotidiana que lidiar, bien sea por que su producción fue bastante escasa —no
eran Quevedo ni Lope desde luego—, bien porque la proyección personal de su
obra estaba destinada a la práctica en conventos, como era el caso de la Noche
oscura de San Juan que se solía cantar en los conventos durante el
refectorio, el hecho es que vivían en el verso concebido este como una
experiencia mística sobrenatural. Bien es verdad que gran parte del Cántico
espiritual por poner un ejemplo está escrito en clave simbólica, no
precisamente para ser interpretada en los refectorios, o quizás sí, no lo
sabemos. Para el estudio de la obra de San Juan —le comentaba mi amiga Laura a
Eva, otra amiga, quien era bastante escéptica con las fidelidades en la
transmisión artística—, es difícil encontrar claves o códigos que de forma
igualitaria nos lleven a criterios interpretativos únicos; la coherencia que
por lo general intentamos aplicar a la interpretación textual, para el Cántico
es imposible. No lograremos encontrar el sentido de las palabras, las
estrofas, las frases si partimos de una perspectiva religiosa, a no ser que
forcemos los significados; y si partimos de una clave erótica, de sencillo amor
humano, sucederá lo mismo. La correspondencia entre el texto y el sentido
alegórico o simbólico es un proceso para el lector cuanto menos difícil, por lo
que tiene —como digo— de contenido simbolista. La verdad es que no sé como
hacían en los refectorios, cuando a nosotros, los del XXI, se nos hace o nos
resulta tan difícil de comprender, usemos la perspectiva espiritual, erótica o
cualesquiera. O ninguna, eso es: ninguna y todas a un tiempo.
Los poemas de Santa Teresa corrían igual suerte, pues
éstos eran difundidos en las residencias conventuales, entre ellas. ¡Algo para
ellas!
En cuanto a la transmisión de textos
en la época medieval, el problema se agrava para filólogos e historiadores que
en esta materia concreta son una misma cosa. Los copistas ejercieron sobre los
textos un gran monopolio y una gran libertad a la hora de introducir variantes,
las cuales imprimen si cabe mayores dificultades a la hora de discernir su
autoría. Por variante se entiende la variedad o diferencia de lección
que hay en los ejemplares o copias de un códice, manuscrito o libro cuando se
cotejan los de una época o edición con los de otra. Se nota que soy profe, y
mala, me pongo desatinada. Si alguien, usted, usteda, alguna vez ha soñado o
tenido la oportunidad de soñar con variantes sabrá a qué me refiero.
Cuando desfilan por la alcoba palabras, desinencias, legajos, latinismos...,
miles de palabras que hablan por sí mismas y que tienen a su vez su propio
mundo, su república, sus exigencias, sus propios desafíos y, sobre todo, sus
amonestaciones al filólogo, ahí es donde se le hunde el mundo; cuando se ponen
a exigir la exhortación de la variante que quiere ser otra cosa, ha sido
y es el tormento más terrible del lingüista. Voces que hablan, variantes reivindicadotas,
no me persigais más sil vu plé.
De la inmensidad de libros de crítica publicados sobre
poesía o historia de la poesía son pocos los fidedignos y pocos los que están
bien hechos, sin ponerles o quitarles comas, que en esto incluso los editores
de la actualidad también se permiten estas licencias. Entran en los textos y en
las publicaciones como elefante en cacharrería, con una capacidad indigna de
saltarse a la torera los procedimientos de unos autores que ya en vida se veían
resignados a ser publicados sin su consentimiento.
Los poemas han circulado manuscritos de una a otra
generación hasta hoy, que se sigue haciendo lo mismo, sin pensar que desde que
el autor redacta su obra hasta que la considera válida para ser publicada
existen muchos estadios creativos desconocidos para la inmensidad de los
lectores. Incluso una vez editada la obra el autor continúa ejerciendo
correcciones y generando distintas variantes valiosísimas para cualquier
investigador o amante de la verdad literaria, variantes que puedan dar al
traste con el sentido inicial o primero del autor. El otro día, por cierto, en
mi casa, un amigo de los de toda la vida, de los listillos, de los
pepitogrillos, vino a decirme sin que nadie le dijera nada, que todo esto de lo
literario, de lo experto: no es nada, que lo que hacemos los estudiosos no
es nada que nada significan los libros de erudición, Quijotes, tomazos de
Romanceros, ediciones críticas del XIX (de las que yo soy cuasi experta) y un
gran etcétera, que eso no es nada. ¡Ah! Y que somos unos acomplejados
que nunca escribiremos nada importante. ¡Pues vaya! Me quedé hecha polvo,
destruida, agredida y ahora como soy una acomplejada pues arremeteré en mis
escritos con el tal “amigo” y se tendrá que aguantar, y sino que se hubiera
callado, ¡caníbal!
Por poner un ejemplo diré que Boscán
y Garcilaso eran amigos como algunos lectores saben, y a los pocos años de
morir Garcilaso, Boscán publica sus poesías en el cuarto libro de su colección
personal. Boscán murió sin llegar a corregir los pliegos finales en los que se
incluía el texto de Garcilaso. Es obvio que apenas quedan manuscritos con
textos garcilasianos, por tanto sólo queda pensar que Boscán fuera respetuoso
con los poemas de su querido amigo como única solución. En realidad, para los
renacentistas el gran paso que transforma su lírica es el adoptar un metro
distinto, el endecasílabo, que era más acorde con la nueva sensibilidad
impuesta por el Renacimiento, ya que se trata de un verso con un ritmo mucho
más lento, que nos permite un detenido análisis del sentimiento del poeta y de
su entorno. Boscán, el poeta nacido en Barcelona, fue sin duda quien abanderó
el proceso de renovación formal de la lírica en España, de la nueva escuela
poética del Renacimiento preparando el camino que después siguieron otros. Yo
es que abogo mucho por Boscán, le quiero, me ha hecho y me hace mucha compañía.
Como digo, lo curioso es que la obra completa de Boscán, sus versos, se
publicaron al año siguiente de su muerte, en 1543, al cuidado de su viuda,
distribuidos en tres libros, y su publicación gozó de sonado éxito por incluir
las de su amigo Garcilaso, Las obras de Boscán y algunas de Garcilaso de la
Vega, quedando así unidos los nombres de ambos incluso después de muertos. ¡Lo
que no hagamos las viudas!
De la primera edición hubo ese mismo año dos
falsificaciones en Castilla, y llegaron a veintinueve las ediciones que se
hicieron a lo largo del siglo XVI. Ambos poetas van juntos en el elogio y en el
vituperio, incluso en las versiones que se hacen a lo divino, transformando su
sentido de amor humano en amor a Dios. De 1569 es la primera edición de la obra
de Garcilaso sin Boscán, a partir de la cual el autor catalán ha sido olvidado
por completo —aquí somos así— hasta el siglo XIX que, relanzando su poesía,
Knapp publica una edición moderna de su obra con notas críticas. La tendencia a
la comparación es intrínseca a la esencia de ser humano, incluso en las
recopilaciones más celebradas de poesía se puede leer: "Pronto se vio
asistido y superado en la empresa por Garcilaso, y tras la muerte de éste se
dedicó a compilar uno de los libros más importantes de la poesía española"
y volvemos a citar el de Las obras de Boscán..., pues mal, muy mal. En
métrica, en temática o en lo que sea, uno es quien es y por mucho que se empeñe
nunca puede ser otro; no lo digo yo, ya decía algo parecido a esto Galdós
cuando le entrevistaban y le agobiaban comparándole con Zola, con Ibsen... ¡qué
afán en España con las comparaciones, así nos va! A mí, sí me gusta el poeta
catalán y una buena prueba de ello es el soneto Quien dice que la ausencia
causa olvido merece ser de todos olvidado. Es posible que la excelencia se
alcance en estas pequeñas cosas, puede ser que el poeta excelso lo sea tan sólo
con un soneto así, es suficiente desde luego, pero no lo sé. Estas cosas pasan.
Sigue la matraca. Era muy frecuente también en estos
siglos XVI y XVII que los poetas que no eran muy aficionados no publicaran sus
obras, pues una pujante tradición manuscrita y oral podía difundir sus
creaciones suficientemente. Por tanto, el silencio del autor sobre la fidelidad
del texto es evidente al realizarse ediciones por lo general póstumas, por
amigos, familiares o seguidores del autor, cuando no algún impresor, poniendo
en cualquier caso en peligro la integridad de los textos. Este fue también el
caso de Francisco de Aldana, cuyos manuscritos fueron publicados por sus
hermanos sin saber hasta hoy hasta dónde llegó intervención tan preciada. Fray
Luis de León y Francisco de la Torre fueron publicados por Quevedo en un
ambiente humanista que había difundido el método filológico hasta caracteres de
invasión, de tal forma que cualquiera se consideraba capacitado para limpiar un
texto de posibles errores; si bien está demostrado que Quevedo no corrigió el
texto en el caso de Fray Luis, dando a la imprenta un manuscrito con errores,
hasta el punto de repetir la oda Inspira nuevo canto. Siglos
controvertidos en muchos aspectos, sin duda en cuanto a precisión y rigor, pues
esta situación de inestabilidad también se daba en filosofía, sobre todo si se
compara con los momentos contundentes de la Escolástica. Con Francisco de la
Torre, no hay constancia expresa, si bien es de suponer que en poco intervino,
pues la idea de Quevedo, principal publicador de estas ediciones, no era en
absoluto la de realizar una esmerada tarea filológica, sino la de lanzar por
medio de estos poetas una réplica contra el gongorismo. Detrás del creador a
veces, también simplemente lo que hay es una mezquindad que después pasa a
formar parte de lo que yo denomino Universales inmortales de ayer y hoy,
(este título debe leerse con voz fuerte) como en las pelis americanas.
La obra en verso que Quevedo estaba puliendo y
preparando para la imprenta poco antes de su muerte, fue publicada por González
de Salas, un humanista y amigo suyo, que en ocasiones utilizaba sus autógrafos.
Su intervención en el texto debió de ser la propia o característica de un
filólogo del siglo XVII, es decir correcciones sólo en los casos de errores
evidentes o presumibles.
Pero el fin, el caso más lamentable fue el de Fernando de
Herrera editado por Pacheco, pues las variantes de esta edición afectan
radicalmente al usus scribendi del poeta, ya que aparecen en ella
arcaísmos y neologismos inexistentes en los manuscritos y en los impresos
cuidados por el propio Herrera. ¡La pera!
Por tanto, con la excepción de los
materiales del XIX y XX cuya transmisión es un poco más fidedigna, me encuentro
como lectora amante de la poesía metida en serios problemas. ¡Qué bueno y
cercano es el siglo XIX! Cuán cerca estamos de él y con qué rigor se pueden
trabajar los textos. Aprecio en grado sumo este siglo colindante precisamente
por eso, porque era el siglo donde "menos te puedes equivocar". Por
muy mal que se encuentren los testimonios, en general siempre se puede acudir a
los manuscritos, a las primeras ediciones o princeps, tenemos en suma
pruebas donde poder realizar bien un trabajo crítico y de investigación, aunque
para los listillos esto no sea nada, sólo carne de chepa ¡qué complejo
tan grande tengo señor!.
La lengua escrita decimonónica ha cambiado poco en
realidad, no existieron los problemas de
transmisión y reproducción gráfica de los siglos anteriores desde luego. Lo
siento como un siglo precedente donde acudir para entender el XX y el XXI
¡claro! Por fortuna los autores del XIX gustaban enormemente —o más bien era la
costumbre al uso— de escribir y publicar en los periódicos, sobre todo cuentos
y poemas que eran lo más manejable; aunque la publicación en este medio, no
permitiera corrección de pruebas por lo que a las equivocaciones nacidas de la
precipitación en el momento de entrega de originales, se une la precipitación
de la impresión, hecho que viene a añadir nuevos errores, cuando no
intervenciones ajenas para acomodar el texto a un espacio determinado; lo cual
le confiere mayores erratas si cabe que si acudimos a la difusión en forma de
libro. Pero bueno, al fin, siempre podemos revisar todas las ediciones en vida
del autor, y obtener de esta forma todas las variantes textuales que
debemos conocer para nuestra investigación. Esas que se meten en mi alcoba y me
hacen polvo. Claro, por eso las ediciones de Obras Completas, póstumas en
general, que no siempre recogen las primeras ediciones o las versiones dadas
como definitivas del autor, deben desestimarse. ¿Adónde hay que acudir pues
para extraer unos poemas y en función de qué deben éstos ser seleccionados? ¿Lo
que leemos, por tanto, es lo que leemos?. Llegado a este punto me pongo de los
nervios y siento que las almendras ingeridas hace un rato están haciendo su
efecto. ¡Retortijón!
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