
Los escritores en general somos personajes peligrosos. Esto sin duda se
puede comprobar de una manera cotidiana con las reacciones que tienen nuestros
amigos y familiares. Yo he podido ver, sufrir y padecer muchas reacciones de
las personas que me rodean y seguro que a otros colegas que se dedican a lo
mismo les sucederá igual. De entrada, nuestra profesión parecerá –para la
mayoría de la gente- algo ociosa, nada fundamental y mucho
menos algo de importancia para la marcha de la economía de un país. Me
refiero concretamente a la “opinión” que de estos temas tienen mis confrères
españoles, pues en otros países conceden otra importancia a escritores y
filósofos como es el caso, por ejemplo, de Francia. Bien, dicho esto, paso a
comentar algunas reacciones curiosas que de este tema he podido cosechar.
Siendo consciente de mi estatus de vaga nacional, constaté en algunas
amigas (todas eran mujeres las que me lo decían sin saber hasta hoy porqué) la
mala leche que tenían cuando me lancé en pleno embarazo y crianza de varias
criaturas a hacer un Doctorado en Filosofía y Letras. Lógicamente nadie daba un
duro por mi, considerada escoria social, osea una mamá que ahora quiere ser
intelectual, un horror, ni siquiera el director de tesis –del que podría decir
y acusar ahora de más de una cosilla- confiaban en mi proyecto. ¿Para qué
quieres ser Doctora en letras ahora? Ese ahora castrante, me
sonaba a fascismo puro. Pero me dió igual porque uno debe confiar y creer sobre
todo en su propio potencial y nada más. El tiempo pasó y donde la gente normal emplea
seis o nueve años en terminar, yo lo hice en tres, es decir, que cuando leí mi
tesis, fui con varios libros publicados y me dieron mi notaza. (también llevé
varios bebés). Los libros de ensayo literario y filosofía que escribí a partir
de aquellos años cayeron en saco roto. Todavía hoy, colegas de Universidad –un
mundo dominado por acomplejados y por machismo paternalista- continúan a
hacerlos pasar desapercibidos. A mí me sigue dando igual porque no consiguen
que me pare, son seres que tienen que existir forzosamente para el héroe de sí
mismo. Cuando uno escribe “esas cosas tan serias que nadie entiende” te dejan
de lado por marginada social, o por alguien que en realidad no llegará a nada
porque escribe cosas raras y desde luego de poco pecunio. Yo digo siempre: eso,
por ahora y así hallo consuelo y bonheur.
Temas
académicos aparte de los que se podrían escribir aburridos tomos, llegamos al
momento en que el escritor comienza a escribir otras cosas más molestas,
artículos,opinión, cuentos, poesía, novela...¿qué sucede con amigos y familia? Para los
amigos, tener un amigo escritor o poeta es desconcertante, es como encontrarse de
bruces con la realidad, con él, y si no has hecho los deberes...mal, vas, mal.
A un primo poeta o a una hermana novelista hay que leerle algo ¿no? Los amigos
se sienten presionados –supongo- por esta situación. ¿por qué? Porque te
preguntan bueno, y ahora qué haces? –pues lo de siempre...escribo esos textos
que pongo en mi blog (subsconsciente: y que tú nunca lees) que a la
gente le gustan mucho, el otro se pregunta en su subsconsciente (a qué
gente) trabajo sobre una novela...ultimo los detalles de mi último libro
de cuentos...ya sabes, artículos para revistas...(en fin vida de vagos...)
El amigo a quien hace alomejor dos o tres meses que no ves se siente obligado
como a decir alguna cosa para agradarte con una cara rara porque en realidad no
se ha leído ese libro que tú con tanto esfuerzo le regalaste entre otras cosas
para que te conozca, para que sepa lo que haces y no te juzgue tan a la ligera,
¡leñe! Y descubres que es un traidor, que no lee nada, que solo se tira el
pisto con lecturas ociosas, con cuatro cosas de bobo de salón, que leer, leer,
en realidad no lee nada, o que sino... es un cabrón si no se toma la molestia
de leer un libro de un amigo o de decirte algo, de reconocerte. Punto.
Ahora llegaría el momento de terror absoluto cuando te da por preguntar
abiertamente: -Por cierto ¿te gustó mi último libro? Horror y más horror en el
semblante de nuestra amiga o amigo, que se ha quedado ñeque-ñeque, por lo tanto: Esta es una pregunta que nunca se debe
hacer.
Luego están los que se sienten intimidados ¿cuáles son? Los que creen que
serán fuente de inspiración para algún cuento o quizás un personaje...y por
consiguiente te temen. Y llevan razón...por eso un escritor es molesto porque
observas y luego de manera consciente o inconsciente lo llevas al folio, pero
no es grave, es la vida y la novela por ejemplo, es imagen de la vida. A partir
de ahí eres sospechoso. Después están los que han leído algo tuyo y no les
gusta pero ¿cómo te lo van a decir?, están los que querrían hacer un Simposium
sobre lo que han leído de ti, y claro, tampoco es eso (yo siempre
digo...ah! yo he dicho eso...no me acuerdo) y luego están
los que han leído algo tuyo pero no te encajan nada en absoluto con tu
imagen o con lo que representas, es decir, con la persona que eres. Lo que leen
no es la persona y la persona no está o sí está en lo que está escrito...pero
no saben qué hacer con ese material. Resulta que les parecias una pacifista y
acaban de leer algo tuyo que incita a la revolución, o piensan que eres una
mística y tus libros son una apología del hedonismo ¿qué hacer?.
En Francia, me
han parado muchas veces por la calle para felicitarme por el artículo Les
chaussettes Ah les traites! En su versión española Los
calcetines también tienen su vida interior. Ya ves tú, probablemente el
texto que más rápido he escrito en mi vida y que menos complicaciones me
creó. La razón es sencilla y simple, es un relato que habla de un asunto
de orden extremadamente cotidiano como son los calcetines que uno se encuentra
por la casa de la manera más absurda y loca, pero contado, quizás con cierta
gracia y veracidad. El lector, probablemente –a juzgar por lo que ellos mismos
dicen- encuentra una comunión muy grande con el escritor que se acerca a él
para hablar de cosas de orden diario, cosas normales, nada sublimes que son las
que nos hacen recrearnos a los escritores en un a modo de exaltación de la
amistad con la retórica quizás demasiado irreal para algunas personas. El
lector –o mejor dicho a determinado tipo de lectores- quiere que el escritor se
acerque a él. El resultado es que el otro día en una cena, en Francia, claro,
presentándome como caso clínico, alguien lo hizo refiriéndose como: es una
estupenda escritora española que escribe mucho sobre calcetines... Vale. No
hablemos de ideologías y demás...muchas veces me han preguntado ¿pero tú has
sido espía y guerrillera comunista? O ¿pero cuando has tenido esa experiencia
con un músico? Yo he dicho la verdad, no, nunca he tenido esa experiencia con
ningún músico (es por el texto de El Oboísta) y de haberlo tenido
jamás lo sabría nadie...En fin, la gente se despista, se descoloca, se
despeinan al ver que en realidad de una persona de apariencia llana y tranquila
(como creo que soy yo) no saben nunca en realidad qué eres, qué diablos tienes
en la cabeza, y eso, te convierte en peligroso ¿por qué? Porque no te
controlan. Y yo, río de felicidad completa de poder tener ese mundo particular,
íntimo, sorprendente que te permite ir de un lugar a otro
fácilmente como un navegante sin que nadie sepa en realidad qué eres, ni quién eres.
Si te mueres de hambre...pues, ya se verá.
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