
En esto de los
celos, lo peor es asumir la mediocridad de los otros, se puede ser desgraciado,
perdedor, ¡eso sí! Detrás de un perdedor siempre hay una historia, pero ser
mediocre... ¡eso sí que es lamentable! Sobre todo porque llevan de la mano
cuestiones como la mentira, el engaño, la falta de lealtad; en suma, el
desajuste entre diferentes fuerzas y niveles, humano y espiritual, la
no-coincidencia, el porque no, o simplemente el encontronazo de diversos planos
éticos que tropiezan, y eso sí que es arduo, peligroso, lo más grave que a uno
le puede pasar, porque en ese punto ya no existe el retorno.
"El héroe sale
de casa en busca de aventuras" canon literario de tantas y tantas materias
novelescas, se había repetido Morgana miles de veces; además hoy era de esos
días de mal humor, en que no hay iguales, en que se sentía incomprendida lejos
de la realidad del mundo que la rodeaba y sobre todo de los testigos
presenciales del mundo que eran las personas que..., en fin. Eso es un trozo de
soledad, saber que importas un bledo y que lo que haces importa bledo y medio;
ni búsqueda de los iguales ni nada, porque «nadie es igual que tú», y menos
cuando se es personaje y protagonista. De ahí la tendencia equivocada de muchos
a buscar alter egos a mansalva, y a volverse sectarios, pero
reconfortados, en sus quehaceres cotidianos o en sus creencias más profundas.
No, la hermandad de almas es otra cosa. (Ahora viene a mi recuerdo un entierro
y Carrión y muchos más, así que no estoy tan sola, pero es sólo un entierro o
lo que es igual, una representación.)
Morgana, para quien
hoy será un día crucial en su vida, había aprendido a amar todo aquello que en
principio no amamos, pero que a fuerza de entrenar, de trabajar, terminamos por
dominar hasta pasar con gran donosura a esa fase en que no podemos vivir sin
ello. La vida es eso, un aprehender y aprender, estudiar y trabajar aquellas
cosas que nos cuestan la misma vida, porque, en principio, el esfuerzo para
hacerlas o conseguirlas supera muchas veces la razón. De ahí que Morgana se
situara en la vida en una posición de élite, ese momento que pertenece a los
que se han sobrepasado en su esfuerzo y brillan de autoconformidad; una
situación clásica, mítica donde todos parecen opinar: ¡tiene mucha suerte!
Pero, en realidad, lo que son no es más que el fruto de un enorme esfuerzo
personal, el famoso trabajo propio o "curro personal" como he
escuchado alguna vez. ¡Qué palabra más fea: curro! ¿Habrá quien tenga de nombre
de pila comme ça?
Patrick también se
parecía en esto a Morgana, pero superaba aun estas peculiaridades, era un
elegido. Con todo, se reconocerían perfectamente en el momento en que se
conocieran: las fuerzas paralelas tienden a la identificación, a la
aproximación, dando paso a un confuso hermanamiento verdadero que surgiría con
el tiempo. El esfuerzo sin medida es el que nos gratifica en lo inefable, en la
búsqueda personal de un camino probablemente inexistente, porque el tal es el
que nosotros nos creamos como resultado. En parte era como el amor. El
éxito en semejante empresa desde luego que no viene dado por la casualidad; en
general, las parejas que normalmente "llegan a algo" lo consiguen por
el trabajo y nada más, por curtirse día a día y pensar que al final merece la
pena; es como el tesón en el estudio de una carrera que no tiene fin. En esas parejas que todos vemos cuando son mayores y en
las que fluye la armonía es por eso, porque un día decidieron amar la
biblioteca, el esfuerzo, la paciencia, algo en principio odioso y solitario,
pero que, con el tiempo, da sus frutos. Soledad engañosa para algunos.
En los bares (y a qué viene esto) siempre
sentimos que algo o alguien puede cambiar nuestra vida, y en verdad es así,
muchos por desgracia cambian su vida por nada, por un soplo superfluo ausente
de certeza y muy próximo a la ensoñación. ¡Hay que ir mucho a los bares! Sin
embargo, Morgana no había ido nunca, pero una de las pocas veces que lo hizo
conoció a Patrick. Un punto (el de los bares digo) donde es difícil mantenerse
porque está muy cerca de lo ingenioso, de la fábula. Así que más vale
enamorarse de todo aquello que te devuelve algo consistente más que hacerlo de
lo superfluo, (esto lo digo yo, Morgana), la diferencia estriba sin duda en el
esfuerzo y ese es el que a uno le hace elitista. Recordaré otra vez (a lo mejor
lo he repetido en otra vida) que Morgana odia los bares. ¡Menos mal, si no, qué
desgracia! Morgana siempre amaba aquello que era o que pudiese ser propiedad de
unos pocos; era una elitista del arte y seguramente lo era de la vida también….
(continuará)
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