Antonio el del
tercero, ha quedado con los amigos para salir pero según he podido constatar ha
quedado para irse de verdad a pasarlo bien, es decir “a la española”. Queda
claro también que Antonio tiene un horario de vuelta a casa donde probablemente
esté esperando su madre con el hacha levantada y con actitud de búfala al contemplar
cómo su hijo llegará bastante más tarde de la hora que le han marcado. Parece
inherente a la capacidad humana que la juventud está para llevar la contraria,
de hecho el que no lo hace termina por hacerlo pero a una edad muy adulta donde
serán pocos los que se lo vayan a permitir, o sino, serás un caso clínico que
ahora por cierto. está muy de moda. Es evidente que lo que hay que hacer en
esos casos es disimular todo lo que se puede para hacer creer a los demás una
cosa que en realidad no existe, no existe nada en absoluto y es que las juergas
con los amigos son como son y nadie absolutamente nadie debe intervenir en
ello. No se trata de llegar a casa midiendo las paredes. Eso ya no se lleva.
Salir por ejemplo en Madrid es ir de cabeza a la jauría humana. Pero ¿y tu
madre? A ella no la puedes engañar y seguramente estará preocupada por ti
porque has decidido llegar unos doscientos minutos mas tarde. ¿qué te parece?
Pues una atrocidad. Porqué? Porque tu madre no tiene la culpa y está la mujer
toda preocupada pensando que eres un pintas. Estará la pobre sentada en una
silla en mitad del pasillo para enterarse mejor de la hora a la que llegas.
Antoñito se ha ido con su hermano el mayor,
el que tiene 23 años, Antonio tiene 18. Ya sé que son edades muy a
considerar pero eso no tiene nada que ver porque cuando se convive en un mismo
lugar los demás se preocupan, se preocupan los unos por los otros. Pablo que es
el mayor dijo a su madre que a eso de las 3 de la mañana llegarían, claro son
las 6 y todavía nadie ha dado señales de nada. Un horror completo.
Esa pobre mujer
está pensando lo peor porque aunque se sea muy positivo tienes horror y pánico
de pensar que les ha pasado algo, que les han puesto unas pastillas horribles
en la bebida, que alguien se ha atravesado con ellos y les han dado una paliza, les han quitado el
móvil y no pueden llamar. Quizás estén en un hospital pero quieren esperar
antes de llamar para que a ella no le de un infarto, o peor en realidad están
en la Policía porque después del accidente y de la bronca como les han quitado
la documentación pues están sin ella y como no se puede estar sin esa
documentación, pues les han metido al trullo. Paranoia. El caso es que yendo
bien vestidos...claro, pero si les han zurrado y al ir bebidos nadie se va a
fijar en que son hijos de buena madre, y les meterán igualmente en el trullo
tratándolos como a delincuentes...Oh Dios mío, piensa esa madre que como tal
está temblando y lleva ya el quinto rosario de la noche. Pero ¿por qué saldrán
por la noche? ¿Qué manía tienen qué encontrarán a las cinco de la mañana por
ahí? ¡Oh! cielos con lo guapos que son...mis niños –piensa ella- qué habrán
hecho con ellos, dónde estarán a estas horas? Se les habrá terminado el dinero,
en qué lo habrán gastado en alcohol? En pastillas? ¡Oh cielos se drogan!...sí,
se drogan se han convertido en drogadictos y no me he dado cuenta. Claro, tengo
yo la culpa por irme a trabajar fuera, les he desatendido estos dos últimos
años que son claves, yo y solo yo tengo la culpa porque vengo muy cansada y no
me da la cabeza para más, ni la cabeza ni el corazón...¡Válgame el cielo!
¿dónde están mis niños? ¿Se habrán muerto? ¿Sabrán defenderse de la gente?
Estarán tirados por la calle en cualquier rincón?
Todo eso pensaba
su madre, Maruja a quien conozco perfectamente y puedo ratificar que en esos
momentos está sufriendo como una condenada, sin merecerlo. Esa pobre mujer que
ha consagrado su vida a la crianza de sus dos hijos, abandonada por su marido
hace mucho tiempo y que sin embargo ha sabido sacar a sus hijos adelante a base
de trabajar limpiando casas y no les ha faltado de nada. Ha removido todo lo
que ha podido para conseguir las ayudas necesarias para que sus hijos lleguen a
estudiar a la Universidad. Maruja, es una mujer ejemplar que después de llegar
agotada a casa después de haber limpiado todo lo que nadie quería hacer, ha
estado todas las tardes al lado de sus hijos y pasado las noches en blanco
cosiendo para conseguir esos extras tan bien pagados. Una clásica madre
española, trabajadora, amante de sus hijos, buena lectora, buena mujer y muy
buena cocinera. A estas alturas y con 54 años está derrengada y muy preocupada
porque sus hijos no le han avisado y algo pasa. Se está volviendo loca de
pensar que algo no va bien. Llegada la situación al paroxismo de la
imaginación, esa pobre madre está descaminada por completo y agotada de pensar
y darle rienda suelta a la imaginación. En efecto, sus hijos han llegado a las
6 y media de la mañana, han estado primero preparando un examen de medicina Pablo
y de economía el Antoñito que está becado en Empresariales y quiere ser el
mejor, después han estado jugando al mus en la misma casa de Ricardo, luego han
olvidado por completo el paso del tiempo cosa normal a esas edades y cuando han
querido reaccionar eran las 6 de la mañana. En realidad podrían haber tomado
drogas pero no les interesa, y beber mucho alcohol, pero con una copilla les ha
valido. Después han estado preparando una fiesta sorpresa que le van a dar a su
madre por sus 55 años, y calculando la isla donde se irán con ella para que
descanse, han estado ahorrando y haciendo chapuzas en Telepizza para poder compensar un poco a su vieja, quien ahora está
sola y comenzará a tener achaques. Una madre que ha dedicado su vida a sus
hijos y ellos han sabido reconocerlo, por eso no se quieren ir de casa, porque
están a gusto. Organizarlo todo es lo que más tiempo les ha llevado. Cuando se ha abierto la puerta, Maruja ya no
estaba histérica, estaba llorando y más se puso cuando vio entrar a sus hijos sanos
y salvos de la jauría humana que es la noche.
Este relato lo puedes encontrar en el libro El maletín de Gloria. Casa del libro.
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